Después de cuatro discos en solitario, el que fuera líder y vocalista de Los Enemigos publicó este año Transilvania un disco cabreado y agreste mezclado por Raúl Refree, en el que Josele Santiago no deja títere con cabeza.

<b>—‘Transilvania’ significa etimológicamente en húngaro ‘más allá de la selva’. ¿Se ha adentrado en ella para componer este disco?</b>

—La verdad es que ese significado entroncaba muy bien con lo que yo quería describir, que era ese paisaje agreste y hostil que presento en mis canciones. Me ha salido un disco con un tono un poco apocalíptico y su discurso es puñetero a causa de la tesitura en la que vivimos. No me gusta, y en este momento me sale este disco, arisco e incómodo. De algún modo, me sale comparar nuestra sociedad con esos pueblos pequeños y aislados de Transilvania que salen en las novelas de vampiros, con esos habitantes tan asustados por un peligro indefinido alimentado por la presencia del mal.

—Se trata además de un disco repleto de experimentación instrumental.

—No es un disco experimental ni mucho menos, pero sí que es cierto que en comparación con mi anterior álbum en solitario Lecciones de vértigo, manejo una paleta instrumental más amplia. No obstante, tan solo la he retomado, ya que comencé con ella en el primer disco incluyendo clarinetes y trombones en las canciones. Las canciones me lo pedían, y al final ellas mandan.

—¿Cómo es trabajar con Raúl Refree?

—Llevaba hablando con Raúl sobre este proyecto desde hace diez años, que fue cuando nos conocimos tocando juntos y vimos que nos entendíamos muy bien. Desde entonces comencé a seguir su carrera, y llegó el momento en que debido a que me fui a vivir a Barcelona nos convertimos casi en vecinos, lo que suponía que podía tomarme mi tiempo de grabación con Raúl calmadamente, que era lo que yo quería. Raúl ha conseguido un sonido con una profundidad acojonante, y a la vez ha conseguido sugerir con el sonido una absoluta cercanía. También ha conseguido dar cohesión a un disco en el que cada canción es de su padre y de su madre.

—¿Cómo ha cambiado su directo para amoldarse a estos nuevos arreglos?

-La verdad es que no me preocupa plasmar los arreglos en el directo, tengo muy claro que una cosa es la grabación y otra cosa es el directo. Son mundos distintos, y de hecho me parece aburrido que el directo reproduzca fielmente el contenido del disco.

—Escribió ‘Saeta’, una canción de su nuevo disco que trata sobre la pederastia en el seno de la Iglesia Católica después de ver ‘Spotlight’ de Tom McCarthy. ¿Le inspiró?

—Bueno, el germen de una canción puede estar en cualquier lado, en una conversación, en una fotografía, en un libro, o porque no, en una película. Tampoco es que fuese una epifanía, pero sí que es verdad que me empujo a hablar de este tema tan desagradable. Yo estudié en un colegio de curas algunos años, y este tema me intrigaba especialmente. ¿Qué cojones le puede pasar por la cabeza a un señor de estos? Intento meterme dentro.

—También ha repartido duras críticas a la SGAE y al actual panorama musical. ¿Lo tienen los músicos jóvenes peor que nunca para triunfar en este mundillo?

—Y no solo los jóvenes, yo mismo me estoy encontrando con serios problemas para sacar adelante una gira. Respecto a la SGAE, queda poco que decir, durante años se han estado denunciando sus abusos contra los creadores que están llegando a unos niveles absurdos, en los que se cobra por música inaudible para el oído humano y cosas así. Uno se acostumbra a que las instituciones no colaboren, pero que se sumen tus propios compañeros de profesión es algo muy feo.