Con indudable acierto, el poeta Carlos Edmundo de Ory llamó nuevos prehistóricos a los jóvenes que «tejedores de rico lenguaje abstracto, se dirigen hacia el porvenir infinito y abierto desde la matriz prodigiosa del principio, recibiendo el estímulo magnífico del pasado remoto»; así lo escribió en el prólogo del cuaderno número siete de la colección Artistas Nuevos, publicado por la editorial Palma de Madrid en enero de 1949 bajo la dirección de Mathias Goeritz. Pocas dudas cabían sobre el título del volumen: Los nuevos prehistóricos era en su formulación el manifiesto y la declaración de principios de una generación de creadores que, abrigados de la «ilusión del comienzo», miran al presente y hacia el porvenir, nunca al pasado donde sólo está lo viejo y lo vivido, la letra muerta, tan ajena al espíritu libre de Carlos Edmundo de Ory, al decir de Chicharro Hijo, uno de los compañeros de viaje que mejor lo conoció.

No pasó inadvertido, imposible pensarlo siquiera, aquel cuaderno a Antonio Saura que lo reseñó en el semanario La Hora de Madrid: «Los nuevos prehistóricos son todos aquellos artistas de alma joven que prefieren la simplicidad de expresión, el juego sencillo de formas y líneas imaginadas, emocionalmente combinadas, para expresarnos con toda potencia utilizando un lenguaje abstracto». No dudó Saura en proclamarse «nuevo prehistórico», pese a que su obra no figuró entre los «dibujos de artistas nuevos», subtítulo de la publicación: Picasso, Fermín Aguayo, Pablo Palazuelo, Eloy Laguardia, Sigurd Nyberg, Santiago Lagunas, José Llorens Artigas, Francisco Nieva, Benjamín Palencia, Francisco San José, Ángel Ferrant, Julio Ramis, Alejandro Rangel y el propio Mathias Goeritz. Resultó ser que «nuevos prehistóricos» y «artistas nuevos» eran la misma cosa; al menos bajo la perspectiva de Goeritz, responsable de la selección. En marzo de 1949 la galería Palma presentó la colectiva Arte contemporáneo europeo. Exposición de pinturas, dibujos, litografías y facsímiles, en la que figuraron algunas obras incluidas en el volumen de Los nuevos prehistóricos, si bien el número de artistas representados excede con mucho a los que ocuparon la atención del librito.

ZARAGOZA Y LA NUEVA PINTURA / Y si entonces, en opinión de Saura, «los artistas elegidos, a pesar de diferir grandemente unos de otros en tendencia y resultados, pueden muy bien unirse bajo el lema que titula el cuaderno», en la exposición sorprendió no sólo la mezcla de artistas reconocidos con otros casi inéditos, sino la capacidad de todos los convocados para «embarullar el arte y convencer a un nutrido coro de papanatas y a un grupito de escritores pedantes y muy intelectuales».

En el nº 2 de la revista Cobalto 49 de Barcelona, J. Vuti Riquer dedicó un breve pero revelador comentario a los gouaches que Aguayo, Laguardia y Lagunas, del grupo Pórtico de Zaragoza, presentaron en la colectiva Arte contemporáneo europeo, para constatar su «considerable esfuerzo hacia lo abstracto». Todo apunta a que los gouaches, fechados en 1948, fueron los mismos que ilustraron el cuaderno Nuevos prehistóricos. El realizado por Eloy Laguardia (Zaragoza, 1927-San Sebastián, 2015) es ahora noticia por tratarse de una de las 18 obras que el Museo Reina Sofía (MNCARS) ha adquirido en Arco, con el propósito de aumentar el número de obras relacionadas con el contexto de la Escuela de Altamira, ya que los Pórtico nada tuvieron que ver con el proyecto ideado en Santillana del Mar por Mathias Goeritz, quien, paradójicamente, fue su principal valedor. Desde que los descubrió en la exposición de la galería Buchholz de Madrid, en junio de 1948, el entusiasmo de Goeritz por los tres artistas fue en aumento. Laguardia recordó haberlo visitado, junto a Lagunas y Aguayo, en su domicilio de Madrid. No tardó Goeritz en encontrarse con ellos en Zaragoza, y de ellos habló maravillas a Rafael Santos Torroella (marzo de 1949): «Son los pintores que pertenecen a lo mejor que hay en la pintura actualmente en España. (...) Así lo he dicho en el prologuillo de su exposición de Santander. Un día serán probablemente maestros. Hay que protegerlos donde se puede, porque son algo excepcional, ya veréis algún día!». Conocidas son las declaraciones con las que Goeritz inició su texto para la exposición del grupo Pórtico en el saloncillo de Alerta en Santander (1949): «Si uno quiere saber lo que significa espíritu nuevo en la pintura española, debe ir a Zaragoza». Mucho tuvo que ver Ricardo Gullón en la exposición de los Pórtico en Santander, a quienes conocía por su amistad con Ildefonso Manuel Gil. Recuerda Laguardia que Gullón, acompañado de Beltrán de Heredia, los visitó en Zaragoza para ultimar los preparativos de la exposición. En su reseña para el diario Alerta, Gullón anotó que no cabía llamar abstracta a su pintura por tener «presentes realidades» muy concretas; y se mostró convencido de estar ante una de las esperanzas más ciertas que se advertían en el panorama de la pintura española de aquel tiempo.

El gouache de Laguardia recién adquirido, cuyo tema es un nacimiento propio de una moderna tarjeta navideña, se suma a las tres pinturas del artista en la colección del MNCARS: Recuerdo triste (1949), Mariposa negra (1950) e Hiver-grey (1950), esta última expuesta en la sala 405. Una litografía del cartel que Mathias Goeritz diseñó en 1948 para Altamira, completa las compras sobre el periodo.