DONACIÓN SALVADOR VICTORIA

LUGAR Museo Pablo Gargallo.FECHA

Hasta el 28 de octubre.Llega al Museo Pablo Gargallo el legado de obras de Salvador Victoria (Rubielos de Mora, Teruel, 1929-Madrid, 1994) que su viuda Marie-Claire Decay hizo al Museo de Teruel, donde se presentó en abril del pasado año. La selección de las 43, entre lienzos, gouaches y una amplia secuencia de serigrafías y grabados, tiene un carácter retrospectivo con el ánimo de completar la presencia de Victoria en el museo y de introducir al espectador en el discurrir de una trayectoria fecunda, arraigada en la coherencia interna del discurso conceptual que guió las búsquedas y hallazgos de las diferentes etapas de su pintura.La fluidez caligráfica y espacial del gesto que perfila libre las notas figurativas de los papeles que abren la exposición anuncian la temprana y férrea voluntad de Salvador Victoria de ser abstracto para mejor comprender la realidad. La abstracción le permitió penetrar en la esencia de lo concreto, que exploró desde una perspectiva de naturaleza metafísica. Primero, con obras en las que el gesto se enreda al color y participa de la materia en una suerte de alianza en la que convergen notas de la abstracción lírica francesa y del expresionismo abstracto americano; y más adelante, en la configuración pictórica de un universo cósmico de raigambre espacialista y lumínica donde todo sucede alrededor de la esfera, elemento portador y canalizador de la energía pictórica. Y una nota importante a destacar: en todos esos cambios de orientación no existe el mínimo rastro de brusquedad; por el contrario, todo transcurre de modo natural en respuesta a desarrollos intuitivos que se asientan en el interés que Salvador Victoria siempre tuvo por la forma, el gesto, la materia, el color y la luz.Es así que la caligrafía y la pulsión plástica de Salvador Victoria, en lo esencial, permanecen en su primera figuración expresionista; continúan presentes en la expresividad del gesto, de la materia y del color de las obras pintadas en París, donde residió entre 1956 y 1964, su mejor momento, que tardaría muchos años en hacerse público, cuando en 1995 Jesús Cámara las presentó en Madrid; siguen en el orden normativo que determina la relación entre planos de colores y formas de estructuras geométricas de las obras que realizó entre 1964 y 1969, "etapa transitoria" la llamó Nieto Alcaide; y perseveran en la armonía de una paleta rica en matices y tonalidades claras, refugio de una luz fértil que envuelve a las esferas en una atmósfera de lirismo incontenible, pletórico en sugerencias que los gestos desplazan en un espacio abierto. Con el tiempo, las tensiones se alivian pero no desaparecen, la densidad de la materia y la expresividad del gesto se aligeran aunque siguen activas en el espacio de una pintura clásica.