Grandes han sido los avances del siglo XX. Uno de los mayores logros de la humanidad a lo largo de esa centuria ha sido el incremento de la esperanza de vida. Según la OMS desde el comienzo de siglo hemos sido capaces de incrementar nuestras expectativas de vida de forma muy importante. Hemos pasado de intentar vivir hasta los 35 años en las clases más modestas y los 50 años en las más acomodadas y países más desarrollados al principio del siglo pasado, a pensar que se pueden alcanzar los 85 años en 2030. Según las teorías de envejecimiento celular, desde el punto de vista biológico, se podría llegar a vivir hasta los 120 años.

Este aumento no es un hecho baladí; varios factores, sobre todo tres, han hecho que esta esperanza aumente de forma progresiva. El primer pilar sería el descubrimiento de la penicilina y el adecuado uso de los antibióticos, otro punto fundamental es la mejora de la higiene y hechos como el alcantarillado de las calles. Pero una de las llaves para obtener un envejecimiento saludable es, sin duda, la mejora en la alimentación, y con ello un adecuado estado nutricional.

La polución y los cambios climáticos ponen en riesgo nuestra salud cada día. Cada día evidenciamos mayores resistencias de los gérmenes por un abuso y maluso de los antibióticos. Es indudable que debemos mejorar el uso de antibióticos con una política racional para su uso, y así se persigue desde los colegios profesionales.

Un tema en el que toda la población debemos trabajar unida es la mejora constante del estado nutricional. Un adecuado estado nutricional se logra con una alimentación equilibrada. La alimentación es un hecho en el que todos y cada uno de nosotros podemos intervenir, la familia es un punto principal, pero no debemos olvidar la cantidad de comidas que cada uno de los miembros de la familia realiza fuera del hogar, las horas que pasamos en trabajos y escuelas, las prisas a la hora de la preparación y de la toma de las comidas... La intervención precoz en la infancia hará que los adultos del mañana mejoren su estado nutricional y con ello aumenten la esperanza de vida.

La infancia y la adolescencia son etapas de la vida en las que cada consejo, cada hecho a imitar, puede constituir una costumbre en el adulto, por eso es un punto clave para conseguir objetivos de cara al adulto, no sólo en cuanto a alimentación. A partir de aquí nos pueden surgir varias dudas: ¿estamos haciendo lo correcto para aumentar la esperanza de vida de nuestros hijos?, ¿qué, cómo y cuándo debemos enseñar a los niños en cuanto a alimentación?