La recuperación de las riberas del Ebro consiguió lo que parecía imposible: que quienes vivimos en Zaragoza dejáramos de hacerlo a espaldas del río. Convertidas en lugares de paseo, contemplación y encuentro, las riberas del Ebro y el meandro de Ranillas, escenario de la Expo’08, fueron el territorio donde se situaron las intervenciones artísticas a cargo de la Sociedad Estatal Expoagua que contó con la colaboración de un jurado integrado por Vicente Todolí, Lorette Cohen, María García Yelo, María del Corral, Teresa Velázquez y representantes de las diferentes instituciones de Aragón, que seleccionó a los artistas invitados y las propuestas presentadas mediante concurso abierto. A excepción de breves fichas, las obras no se documentaron ni historiaron adecuadamente, a excepción de las Pantallas espectrales sobre el Ebro de Fernando Sinaga en la exposición organizada por la Universidad de Zaragoza, que tuvo lugar en las salas del Paraninfo en 2009 y, en menor medida, de la Espiral mudéjar de Diana Larrea en la galería Carolina Rojo, en 2013. Ha pasado el tiempo y muchas de aquellas intervenciones han sufrido daños por diferentes causas sin que el Ayuntamiento de Zaragoza, institución a la que corresponde velar por este patrimonio, haya mostrado algún interés. De modo que se impone el paseo por las riberas del Ebro para recordar las intervenciones y dar imagen visual de su actual estado de conservación. Y exigir responsabilidad institucional.

Junto a la ribera del río Ebro, al pie del Pabellón-Puente diseñado por la arquitecta Zaha Hadid, se sitúa la intervención Espiral mudéjar de Diana Larrea (Madrid, 1972). Los laberintos de la política y de la economía han derivado en el abandono de los usos programados para el Pabellón-Puente, cuya estructura vacía bien pudiera ser una de esas imágenes fantasmagóricas a las que hacía referencia Robert Smithson en La clase dirigente (The establishment). Al entusiasmo que acompañó el espectáculo durante aquel año internacional siguió, repentinamente, el abandono de expectativas arrumbadas, aún hoy, en un futuro incierto.

El impresionante e innovador pabellón-puente centró aquellos días toda la atención. Pocas fueron las miradas, al menos no las suficientes, que repararon en el laberinto en forma de espiral, realizado con ladrillos en espiga, situado a los pies de la obra de Zaha Hadid. Quizás por tratarse de una imagen que de modo natural y sin ruido, por ser ajena en su concepción al espectáculo, se insertaba en el espacio público con el propósito de invitar a quienes hasta allí se aproximaban a pasear por el pavimento de ladrillo, imaginando nuevos horizontes que remiten a simbolismos de carácter cósmico, místico y mítico.

Nada en la Espiral mudéjar de Diana Larrea es azaroso. Su estrecha vinculación, familiar y afectiva, con Aragón es la razón que argumenta la elección del esquematismo de la espiral y del ladrillo que la construye; forma y material que Diana Larrea encontró en la arquitectura mudéjar, fuente de inspiración privilegiada por evocar su experiencia personal en el lugar donde iba a intervenir que le permitía, además, evocar la convivencia entre culturas.

EL CICLO DEL AGUA Y LA TORRE / El punto de partida para su intervención artística lo encontró en el fenómeno rotatorio del ciclo del agua en la naturaleza que le indujo a pensar en la espiral, de origen incierto y simbolismo muy complejo, al decir de Eliade. En los primeros apuntes de trabajo de la Espiral mudéjar se dan cita fragmentos de fotografías de la torre mudéjar de San Gil Abad de Zaragoza, bosquejos de la planta de la torre y de su estructura interior, junto con el esquema en crecimiento dinámico y helicoidal de la Torre de Babel, y notas que precipitan un aluvión de relaciones teóricas y artísticas intuidas que remiten y verifican nuevas reflexiones en un movimiento progresivo e infinito: la espiral de Arquímedes y la de los jardines de Moratalla, y la Spiral Jetty de Robert Smithson comparten espacio en el papel con los pensamientos de Bachelard, «lo que suscita la imagen del agua es la onda, la imagen del agua corriente es el movimiento en espiral». En 2013, dentro del II Festival Miradas de Mujer que organiza MAV. Mujeres en las Artes Visuales, presentamos en la galería Carolina Rojo la exposición de Diana Larrea, Pensar el arte, que incluyó los primeros apuntes, el plano de trabajo, las fotografías del proceso de construcción y las imágenes finales de la Espiral mudéjar que progresivamente, como delatan los bocetos, pasó de ser una estructura vertical a resolverse, con enorme acierto, a nivel de suelo, con el propósito de invitarnos a ser partícipes del símbolo macrocósmico de la espiral. «De seno del abismo insondable surgió un círculo formado por espirales... Enroscada en su interior, siguiendo la forma de las espirales, yace la serpiente, emblema de la sabiduría y de la eternidad», escribió Cirlot sobre la espiral.

El agua, tema de la Exposición Internacional de Zaragoza, es el elemento que dinamiza la Espiral mudéjar de Diana Larrea junto al río Ebro. Los ecos de la historia se enlazan con el territorio en una relación que aspira a ser poética, estética y también política.