La dinastía Ming dominó China durante tres siglos, de los años 1368 a 1644, en los que gobernaron 16 emperadores, época en la que se construyó la ciudad prohibida y se terminó la Gran Muralla. CaixaForum Zaragoza muestra en la exposición Ming. El imperio dorado, que se inagura hoy y que podrá visitarse hasta el 11 de junio, un total de 126 piezas provenientes del Museo de Nankín, que presentan los grandes avances artísticos, sociales y económicos que vivió la sociedad china durante esos tres siglos, a través de cerámica, textil, orfebrería, pinturas, etc.

Fue en esos años cuando comenzó una nueva norma («ya no se estaba bajo el yugo mongol», explicó Tim Pethick, director de Nomad Exhibitions, que presentó la exposición junto a Wentao Liu, subdirectora del Museo de Nankín; y Ricardo Alfós, director de CaixaForum Zaragoza), un concepto de «gobierno fuerte frente al gobierno extranjero» y de vuelta a los valores tradicionales chinos; el florecimiento de las artes y la administración, su apertura al mundo, el aumento del consumo y, por tanto la reducción del poder del emperador, creando tensiones en la sociedad Ming y cambiando el país para siempre.

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En el centro de la dinastía Ming estaba el emperador. El primero, Zhu Yuanzhang instaló su capital en Nankín y construyó un nuevo complejo palaciego. De ahí la importancia de los objetos rituales como el imponente jarrón azul y blanco que abre la exposición o un gran dibujo de la ciudad prohibida de Beijing con el arquitecto jefe en el centro; o las cerámicas donde aparecen dragones de cinco garras. Incluso se puede ver alguno de los ladrillos que formaron parte de la ciudad fortificada de Nankín, que el tercer emperador Yongle (1402-1424) dejó de ser la capital pasando a ser Pekín, por lo que tras la caída de la dinastía Ming, quedó en ruinas.

El segundo ámbito de la muestra presenta la sociedad ideal, que era también tradicional, con cuatro clases: élite educada (funcionarios), campesinos («que daban de comer», dijo Pethick), artesanos y artistas. Aquí se ven exámenes que tenía que pasar cualquier hombre para pasar a trabajar en la administración. Cualquiera podía hacerlo si era hombre, ya que «si este servía al emperador, la mujer servía al hombre». Ella tenía tres obligaciones, servir al padre, al marido y al hijo. Un extensa rollo de 13 metros describe el papel de la mujer, que se dedicaba a juegos, aprender instrumentos, escribir cartas...

La buena vida es el tercer aspecto tratado en la muestra. En esa época el arte no se exponía ni se compraba, se disfrutaba de los pergaminos, de las piezas de los grandes maestros, que buscaban las tres perfecciones: poesía, caligrafía y pintura, de las que hay varias entre las obras expuestas.

El excedente agrícola provocó que los campesinos vendieran sus productos a cambio de dinero y plata que venía de Japón y Sudamérica; y que hizo que muchos comenzaran a comprar arte para convertirse en eruditos; y que la calidad de las cerámicas bajara para destinarla a la exportación.

El imperio dominado por la dinastía Ming era extensísimo y por tanto, vulnerable a la interferencia extranjera. En el siglo XVI, los comerciantes europeos se convirtieron en una amenaza provocando grandes grietas en el poder. Una de las piezas más bellas de la muestra es un mapamundi confeccionado por el jesuita italiano Matteo Ricci en 1602 durante el reinado Wanli. Representa los conocimientos europeos y chinos, aunque había «anotaciones dudosas», como que en la zona que hoy sería Rusia «vivían unos seres de 30 centímetros que habitaban en el suelo». Pese a eso, les otorgó el conocimiento de lo que se iba construyendo, el mundo moderno y la conexión entre China y el resto. En el siglo XVII fueron conquistados por los manchúes, firmando el final de la dinastía Ming y dando comienzo a la Ching.