«Conversar es fascinante, terapéutico, divertido, es escuchar y escucharte así como escuchar lo que transmite el otro». Y precisamente de las conversaciones entre Magdalena Lasala, la que sucribe esa frase, y la pintora Isabel Guerra ha surgido Los colores de la luz. Una vida en busca de la belleza (La esfera de los libros), un libro que ambas autoras presentaron ayer en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza acompañadas de Gabriel Sopeña y del consejero de Cultura del Gobierno de Aragón, Nacho Escuín.

Un libro «particular y muy bello» para Lasala que surge, explicó, «de la amistad y de compartir vivencias coyunturales que nos ha servido para ver los modos de ver el mundo y convertirnos en hermanas viajeras de nuestro propio camino». Y es que Los colores de la luz busca «la belleza».

SOCIEDAD CONVULSA / Un mal, el de la falta de ella, que asola al mundo hoy en día, según Isabel Guerra: «Estamos en una sociedad convulsa y de fuego artificial permanente que ha llegado hasta el Museo del Prado. Mi deseo es que todas las disciplinas artísticas fueran encontrando el cauce del renacimiento, es decir, unos valores que buscan de verdad hacer cosas que merecen la pena y encontrar en el mundo la belleza. Estamos en la cultura de lo feo y yo trato de probar qu la belleza, armonía y empatizar es posible porque para lo otro ya nos podemos poner un telediario cualquier día».

«Ninguna de las dos -reveló Lasala- somos convencionales pero necesitamos gozar con nuestra creación. Somos muy nosotras mismas y ese es el recurso para este libro, hacer del camino la meta y la pasión por crear el modelo de amistad». «Al final -concluyó Lasala- lo que vale de verdad es vivir el amor y ambas hemos comprendido el amor de cada una en nuestros respectivos caminos».

Para Gabriel Sopeña, Los colores de la luz, «abre en cada página incontables números de posibilidades que desbordan al libro y lo convierten en infinito como el alma de las propias autoras». Un trabajo, para Sopeña, que «da fe de una amistad profunda y leal desde el silencio y el recogimiento y en el que es imprescinidle acudir al aparato gráfico que está reforzado por la sutileza de los comentarios de ambas».

Los colores de la luz se fue forjando conforme se iban dando las conversaciones entre las dos artistas. Sin embargo, Isabel Guerra bromeó con el hecho de que «en realidad, este libro se ha hecho solo. Han sido cuatro conversaciones y media y hemos disfrutado muchísimo. Íbamos hablando y Magdalena (Lasala) iba escribiendo con el ordenador, no hay más».