En su primera película como director en la que no aparece como actor, George Clooney recupera un antiguo guión de los hermanos Joel y Ethan Coen. El resultado, materializado tres décadas después, está más en sintonía con lo que hacían entonces los Coen, entre la comedia negra, el neo noir y el cartoon, aunque con toques de drama social que con lo realizado generalmente por Clooney tras la cámara, con títulos más políticos como Buenas noches, y buena suerte o Los idus de marzo.

La acción de Suburbicon acontece en los años 50 en un suburbio de la gran ciudad que es dinamitado por una serie de elementos. Por un lado hay una trama de intriga con asesinatos, niños amenazados, un detective de seguros y unos personajes que mienten más que respiran. Por el otro tenemos una explosión de ira y violencia racial que afecta a una familia de raza negra de esa zona residencial.

El escenario es intercambiable con el de tantas comedias estadounidenses de los 50, al estilo de Frank Tashlin, pero también con esos suburbios y zonas residenciales en apariencia edénicos y anacrónicos presentados por David Lynch en Terciopelo azul y el Twin Peaks de 1990 o recreados en las novelas de Richard Yates y en la teleserie Mad men.

Pero a través de la escritura de los Coen, de un exceso musical de Alexandre Desplat y del trabajo paródico de buena parte del reparto, Clooney convierte este drama soterrado sobre una sociedad fascista en una comedia de dibujos animados con personajes de carne y hueso. A la crítica social se puede llegar por diversos caminos. Clooney, en este caso, ha escogido el de la sesgada diversión.

Suburbicon

George Clooney

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