Alberto Miralles (Elche, 1940) falleció ayer en Madrid, a consecuencia de un cáncer de pulmón. El prolífico dramaturgo, director, ensayista y profesor estaba ingresado en un hospital madrileño desde el pasado domingo. Pocos sabían de su enfermedad y su muerte ha causado sorpresa en los ambientes teatrales.

Los amantes del demonio, una obra sobre el terrorismo de ETA, le valió el Premio de Teatro SGAE 2002, la máxima distinción anual de esta entidad en el mundo de la dramaturgia. Su constante defensa de los autores españoles vivos le llevó a fundar en 1990 la Asociación de Autores de Teatro.

Miralles siempre fue un creador a contracorriente que destacó en la década de los 60 y principios de los 70. En 1969 fundó el grupo Cátaro, con el que estrenó varios montajes comprometidos, como Cátaro 67, La guerra y el hombre y Cátaro-Colón. En 1974, su montaje de Crucifernario de la culpable indecisión ganó el primer premio del Festival de Teatro de Sitges. En esa formación surgieron actores como Mercedes Sampietro y Jeannine Mestre.

El grupo Cátaro saltó al primer plano cuando, en 1968, Adolfo Marsillach lo incorporó a su emblemático montaje de Marat-Sade, encarnando el colectivo de esquizofrénicos de la obra de Peter Weiss. Con él obtuvo el premio Especial del ciclo de Teatro latino. También colaboró con Marsillach en Las arrecogías del beaterío de Santa María Egipciaca , de Martín Recuerda. Cátaro se disolvió tras la muerte de Franco y el traslado del dramaturgo a Madrid.

Miralles estrenó más de 20 obras, entre las que se cuentan El trino del diablo, El siglo de oro tabernario y Comisaría especial para mujeres. Su último texto publicado fue La presidenta . Dentro de su labor como investigador destacan sus ensayos Nuevos rumbos del teatro y Aproximación al teatro alternativo .

Además del premio SGAE, el autor obtuvo en el 2001 el Premio Eduard Escalante , en la modalidad de teatro, por la obra El último dragón del mediterráneo y el premio de Teatro Radiofónico Margarita Xirgú, que concede Radio Exterior. También fue finalista al Premio Nacional de Literatura Dramática con Teatro breve II (2000) y Cuando las mujeres no podían votar (2001).