El pintor y agitador cultural Manuel García Maya, dueño del emblemático bar Bonanza, frecuentado por artistas, poetas, músicos y librepensadores, falleció ayer de madrugada en Zaragoza a los 71 años a causa de un infarto. El funeral se celebrará hoy, a las 10.25 horas, en Torrero. Alguien le definió como "un raro ilustrado detrás de la barra". Tenía mucho de filósofo y más de bohemio y derrochaba amabilidad y arte.

Para muchos, el Bonanza ha sido un espacio de libertad, un oasis en el asfalto, un refugio de artistas, un reducto de heterodoxos, un tótem de la modernidad, una sala de exposiciones o un café literario, y Manolo era el catalizador, el maestro de ceremonias y el oficiante. Nació en 1942 en la localidad zaragozana de Morata de Jalón y con apenas 15 años comenzó a trabajar en la capital en Casa Amadico, del Tubo; luego estuvo en el Náutico, un bar de tapas de la avenida Tenor Fleta, y en Fiestas, una sala; y los veranos en Mallorca. Con los ahorros, Manolo abrió mediante traspaso en 1973, el Bonanza, en el casco histórico de Zaragoza (Refugio, 4), y desde el principio se mantuvo fiel a su filosofía: "No vale la pena correr para llegar siempre al mismo sitio". Era una de sus muchas sentencias filosóficas, frases u ocurrencias con las que obsequiaba a sus clientes y amigos o con el recitado de memoria de fragmentos de sus autores favoritos como Pessoa, Camus, Sastre, Kafka, Neruda, Proust o Nietzsche.

En El Bonanza se entremezclan las obras de arte (hasta 500 exposiciones que él llamaba "pintura entre amigos"), los objetos imposibles, la música clásica, la poesía, las tertulias, las postales, retratos de personajes como el Che o Zapata, los collages y los copiosos platos, que servía Manolo, a base de ensaladas, verduras o las afamadas morcillas de arroz y las tortillas variadas. Su esposa Marisa y su hijo Manolo continúan al frente del local.

Melómano, bohemio, gran lector, libre e inconformista, Manolo, junto con su bar, era una verdadera institución en la vida cultural y artística zaragozana. Su historia fue recogida en el libro El Bonanza. Sentencia de vida, de Manuel Lampre; y en los cortos que le dedicaron Eduardo Laborda y Jesús Lou o el documental Manuel García Maya. Desde el otro lado de la barra, de Javier Estella y José Manuel Fandos.

El Ayuntamiento de Zaragoza organizó, en 2008, una antológica que, con el título de Manuel García Maya. Cauces artísticos, recogía 50 años de su creación. En ella pudieron verse dibujos, pinturas y collages de todas sus etapas, desde las series pintadas con limón y los primeros rostros esquemáticos (el primero fue un retrato de Van Gogh de 1978) a su primer periodo abstracto, su paso al expresionismo abstracto, al que incorporaba rostros y nalgas femeninas hasta el desarrollo por separado de estos mismos motivos y su evolución hacia la mezcla de una parte figurativa y otra abstracta.