El Museo Pablo Gargallo de Zaragoza, el único en el mundo dedicado en exclusiva al escultor aragonés (Maella, 1881- Reus, 1934), cuenta desde ayer con 25 muevas obras del artista (15 esculturas en bronce y diez dibujos), donadas por su hija Pierrette. Las obras corresponden a distintas etapas (de 1895 a 1930) de la trayectoria del autor, con un valor global estimado en un millón y medio de euros (250 millones de pesetas).

La Fundación Samca ha sufragado la fundición de las 15 esculturas en una empresa especializada en este artista. El representante de Samca, Emilio Parra, incluyó el gesto en la trayectoria cultural y social de la empresa, iniciada en los años 50 en las cuencas mineras de Teruel, y declinó revelar el coste de la fundición de las piezas, que son de pequeño tamaño (en torno a los 25 centímetros de alto en su mayoría), excepto la llamada El pastor del águila ).

Esta obra monumental que mide dos metros, aún en proceso de fundición, es idéntica a la que hay en la plaza barcelonesa de Cataluña, y será instalada en la confluencia de las calles Candalija y Alfonso, frente a la fachada del museo (flanqueada por los dos jinetes), que va a ser próximamente ampliado con un edificio colindante.

El alcalde de Zaragoza, José Atarés, agradeció públicamente a Pierrette Gargallo, llegada ex profeso desde París, ("ha sabido comprender el deseo de una ciudad que mejora culturalmente", dijo) la nueva donación para un museo que "es el principal referente de arte contemporáneo en Zaragoza".

Atarés aludió al creciente interés cultural y artístico hacia la obra del escultor maellano y anunció la próxima firma de las escrituras del nuevo edificio (Torrenueva, 20), adquirido por permuta y que se rehabilita para conectarlo con el museo.

Pierrette Gargallo afirmó que había pedido permiso a sus tres hijos para la donación y señaló el cuidado que tanto su madre como ella habían tenido por mantener las obras "aunque mi padre tenía la mala costumbre de romper sus dibujos". Y explicó que las placas donadas "las hizo cuando estaba enfermo, trabajaba sentado y sólo con piezas de pequeño tamaño", en referencia a los años 1915-18.

También recordó cómo veía trabajar a su padre: "era muy febril, muy obrero. Entraba a las ocho de la mañana en el estudio y salía a las ocho de la tarde". Y cómo leía en silencio en el estudio. "He visto sus dificultades y sus sufrimientos buscando soluciones estéticas y le oíamos cantar con los hallazgos".

Al morir el artista en 1934, su hija recordó: "No éramos ricas, ni teníamos muchas obras, porque había muerto joven, pero mi madre se preocupaba de guardarlas para hacer exposiciones. Organizó tres y luego tuvo que vender". Las obras vendidas, dijo, son "difícilmente recuperables, porque algunos tienen miedo de mostrarlas", y se felicitó de la iniciativa de Ramón Sáinz de Varanda de crear ese museo en 1985 para enseñar el legado del artista.