Si bien sus canciones suelen tener una forma diáfana, sujeta a la gramática de las estrofas y los estribillos, a la hora de la narrativa Elvis Costello no ha querido someterse a las pautas cronológicas de la autobiografía, y su libro de memorias, ‘Música infiel y tinta invisible’ (Ed. Malpaso), abre un océano de recuerdos y reflexiones que viajan hacia atrás y hacia delante, que abren cuñas y se entrecruzan a lo largo de 780 páginas. Con expiaciones de culpas y un sarcasmo fino que dedica con frecuencia a sí mismo.

El libro ve la luz en castellano siete meses después de publicarse en inglés y en un momento en que Costello parece vivir días de recogimiento, sin discos a la vista, aparentemente desengañado por el momento que vive la industria. Retirándose en sus cuarteles,se ha decidido a contar su historia de un modo preciosistay, cómo si no, irónico, sin revelaciones escandalosas pero con voluntad de aportar su punto de vista respecto a episodios que otros han contado por él.

‘Música infiel’ es como una conversación apasionante en la que de una materia pasas a otra y te olvidas de qué estabas hablando hace un momento. Al igual que la edición original en inglés, el libro carece de un índice onomástico que ayude al lector a localizar fácilmente sus menciones, constantes, a músicos con los que se ha relacionado. Así lo habrá querido Costello y quizá sea esa su manera de dificultar que se saquen las cosas de contexto.

VIAJE A TOSSA

Aunque las idas y venidas cronológicas son constantes, los orígenes familiares son un punto de anclaje. El padre trompetista y cantante, y la madre responsable de una tienda de discos. Y recuerdos como el de un viaje familiar en coche hasta Tossa de Mar en 1961, cuando Declan MacManus (su nombre real) apenas tenía siete años. Un largo párrafo sobre las experiencias de asistir a una corrida de toros, que le dejó mareado, y a un tablao. “Los niños no tenían prohibida la entrada a los bares y mis noches acababan más tarde que en Inglaterra”, recuerda.

Irrumpe luego el músico incipiente que, antes del punk, sabía cuál era su bando (Joni Mitchell era más interesante que Pink Floyd y Mike Oldfield era el “cerebro ruin” de ‘Tubular bells’), y el “capullo arrogante” al que, reconoce, la lengua se independizaba de su cerebro. Con resultados a veces fatales. El episodio más sonado, el modo despectivo al que aludió aJames Brown y Ray Charles, en una conversación informal conStephen Stills y sus músicos que trascendió a la prensa. Costello no reproduce aquí las expresiones proferidas (fueron “tonto negrata” y “negrata ciego e ignorante”, respectivamente) y procede a encogerse de hombros y lamentar que fuera capaz de dedicar “asquerosos insultos raciales a dos de los mejores músicos de la historia”.

Más suaves son otras alusiones a sus mayores. La primera vez que pudo hablar con Dylan no encontró las palabras, pero muchos años después, cuando U2 publicaron ‘Get on your boots’, Dylan se le dirigió un día con sarcasmo. “¡Esos tipos de U2! ¿Cómo pudieron hacerte una cosa así?” Se refería al parecido de esta canción con su ‘Pump it up’, aunque ambos sabían que esta estaba “más que inspirada”, admite Costello, en ‘Subterranean homesick blues’, de Dylan, y que, a su vez, esta había tomado prestados los primeros compases de ‘Too much monkey business’, de Chuck Berry.

INSPIRACIONES RAZONABLES

Costello no ahorra confesiones desmitificadoras. ‘Lipstick vogue’ parte, admite, del ‘riff’ de ‘American girl’, de Tom Petty; ‘(I dont want to go to) Chelsea’ contiene una secuencia de acordes “copiada” de The Who, y el arreglo de ‘Shipbuilding’, la estremecedora canción que habla de los obreros que construían barcos de guerra en los astilleros británicos, contribuyendo a la economía local, para que luego sus hijos se jugaran la vida en las Malvinas, está “fusilado” de ‘The hissing of summer lawns’, de Joni Mitchell. Quizá no sea grave.

‘Música infiel’ contiene abundantes secuencias para el deleite de los rastreadores de la música moderna, con pinceladas expresivas sobre Bruce Springsteen (“tenía pinta de haber estado reparando su motocicleta en el garaje hacía unos minutos”), Tony Bennett (que le advirtió: “no veo que dos hombres puedan cantar ‘My bloody valentine’ juntos sin que suene un poco raro”) y, más detenidamente, Paul McCartney, con quien compuso la admirable ‘Veronica’, con una protagonista tan poco pop como una anciana que vive en una residencia, inspirada en su abuela Molly, afectada de alzheimer.

Es un Costello con su punto de chulería siempre a punto, situando su rebelión en el estudio de la NBC, cuando se negó a tocar ‘Less than zero’, el ‘single’ promocional, y abordó en cambio ‘Radio radio’, al nivel de escándalo de Sinéad O’Connor rompiendo la foto del Papa. Dedicando siempre alguna que otra palabra ácida a la prensa, y encontrando cierto acomodo anímico en la vida hogareña con su esposa, Diana Krall (ambos en la foto superior), y sus hijos gemelos. De una familia de la posguerra a otra en el siglo XXI, con una carrera trascendente en el trayecto, que, apunta Costello al final, ahora cobra aspecto de ilusión óptica.

COSTELLO INSPIRA UN LIBRO DEL PERIODISTA XAVIER VALIÑO

La edición en España de las memorias de Costello ha coincidido con la del libro del periodista musical Xavier Valiño, ‘Elvis Costello. El hombre que pudo reinar’ (Ed. 66 rpm), en el que recorre su historia: canciones y discos determinantes, momentos decisivos, colaboradores, influencias y hasta un llamativo capítulo sobre sus “intentos de autosabotaje”.

El título desprende cierto fatalismo. ¿El mundo ha sido injusto con Elvis Costello? “Más que eso, él mismo se ha cargado su carrera en momentos en que parecía estar a punto de dar el salto a otra liga. Sus desafortunados insultos racistas, aquellos conciertos de media hora en que se enfadaba con su público…”, argumenta a este diario el periodista gallego.

¿Tuvo en cuenta la edición de las memorias al decidir publicar su libro? “Justo cuando lo entregué me llegó un boletín de Malpaso anunciándolas”, recuerda sin dramatizar. “Son libros muy distintos”, subraya. Y tiene razón. La memoria en primera persona, “un poco confusa y en la que hay que estar previamente informado para entender ciertos episodios”, sugiere Valiño, frente al enfoque divulgativo y crítico. “Pero su libro refleja su forma de contar las cosas, y ahí puede estar la gracia”.