Federico Corriente Córdoba (Granada, 1940) entró en la Real Academia de la Lengua (RAE) con un discurso en el que criticó la «grave falta de empatía» con los vecinos «orientales o norteafricanos» y sus consecuencias en los estudios lingüísticos sobre los arabismos hispánicos.

El arabista Federico Corriente tomó ayer posesión de la silla K de la RAE, la que tenía hasta su fallecimiento, el 25 de junio de 2014, la escritora Ana María Matute, a la que dedicó la primera parte de su discurso sobre La investigación de los arabismos del castellano en registros normales, folklóricos y bajos.

Corriente, catedrático desde 1976 y hasta 2011 de la Universidad de Zaragoza, a la que sigue vinculado como profesor emérito, aseguró que existe una «ignorancia voluntaria del vecino» oriental, «al que a menudo se quiere, o a veces es casi forzoso considerar enemigo» y se refirió a las «trágicas consecuencias» que esta posición ha tenido y sigue teniendo «en la gestión por las potencias occidentales hegemónicas de sus intereses más vitales en el Oriente Medio».

No hay que buscar mucho, dijo Corriente, «para recordar recientes y muy negativos episodios y catástrofes generadas por una torpe gestión internacional, producida por ignorancia y negligencia voluntarias e injustificables entre quienes no carecían precisamente de acceso a la información necesaria».

El nuevo académico, que vivió en Egipto y Marruecos, hizo un repaso histórico del retraso de los estudios orientalísticos en España y aseguró que «los arabistas universitarios y de élite» carecieron durante décadas «de contacto con las realidades del mundo arabófono e islámico».

ETIMOLOGÍA DE ORIGEN ÁRABE

Corriente nombró «algunos síntomas del desapego tradicional» del arabismo de las disciplinas ligüísticas en España como el hecho de que la primera obra importante sobre los arabismos españoles fuera de los holandeses Dozy y Engelmann o el de no contar con un buen diccionario árabe-español hasta 1997.

De los estudios recientes sobre la etimología de origen árabe de voces castellanas, que cifró en unas dos mil, Corriente distinguió entre las de registro alto, medio o bajo, según su aceptabilidad social,

Entre las de registro medio, Corriente se refirió a ciertas frases repetidas en refranes o dichos castellanos muy conocidos, a pesar de ser actualmente ininteligibles o semánticamente absurdos, como a troche moche, a trancas y barrancas, dormir la mona o anda la osa.

«También encontramos muchos arabismos, que generalmente venían pasando desapercibidos, por su carácter folclórico, en las canciones populares e infantiles, empezando por el mismo nombre de las nanas y su frase inicial «nana, nanita» (del árabe andalusí nám, nám, nám ínta o duerme, duerme, duérmete tú); unas frases que pudieron ser enseñadas por las muchas niñeras moriscas empleadas por señores e hidalgos cristianos tras la Reconquista.

En el registro bajo, Corriente se refirió a la influencia del lenguaje cotidiano de los arrieros moriscos perpetuado en el castellano moderno, con palabrotas y tacos.

En esta categoría, relató, hay tanto voces que hoy se consideran socialmente aceptables como caramba, arrum(i)aco, el relativamente inocuo gilí, o el herre que herre, como otras que han evolucionado por fonética o etimología popular hacia formas muy groseras en el castellano actual «incluso para el penoso panorama ofrecido en este aspecto por nuestros medios de masas».

Entre las etimologías orientales de muchas palabras y giros del español, Corriente destacó también algunos iranismos como talibán y chador o turquismos como tiburón o birlibirloque (probablemente abreviado del trabalenguas beylerbeyilik buyuruklar?(yla) por orden del gobierno). Todo ello muestra, concluyó el académico, que el sistema de los arabismos hispánicos «no es una pequeña parcela del idioma en vías de extinción, ni siquiera en estancamiento».