El escultor Fernando Sinaga evocó ayer, al recibir de manos de la consejera Victoria Broto el Premio Aragón Goya de las Artes, la invocación que hizo Josef Beuys nueve días antes de su muerte, el 21 de enero de 1986, a la débil llama que había visto en una escultura de Wilhem Lehmbruck a través de una pequeña foto. Sinaga apeló a las autoridades para que protejan "esa llama que guarda la esencia del arte y que se puede apagar en un abrir y cerrar de ojos". "Ese relato de Beuys extraño y premonitorio --dijo--, me sirve para coger ideas de los artistas que me han precedido, las que surgen desde su arte y reviven cuando somos capaces de percibirlas. Brotan de los lienzos que nos rodean".

36 AÑOS DE ARTISTA Fernando Sinaga había ocupado la jornada en recorrer la Zaragoza de sus comienzos (actualmente es profesor en la Universidad de Salamanca) y tras 36 años de vida artística, "ante la incertidumbre que parece inundarnos", profesar que "sé que los artistas hemos de seguir siendo fieles a las reglas y los procedimientos del arte; en ellos encontramos lo mejor de nosotros mismos y la libertad de nuestro imaginario". Y agregó que "gracias a mis primeros maestros, el dibujo, la pintura y la arquitectura me ofrecieron el espacio como parte constitutiva de mi trabajo".

Sinaga explicó a este diario sus inicios en la Escuela de San Jorge y la influencia de los fotógrafos zaragozanos en sus comienzos. Y cómo una Medalla de Plata en la Bienal de Zaragoza cuando contaba con 19 años lograda con una escultura le llevó a un territorio en el que se movía por intuiciones. El joven escultor había decidido situarse fuera del Madrid de 1975 por una década, al pensar que su formación no estaba concluida. Al regresar a la capital de España en 1985 coincidió con la eclosión de la nueva figuración madrileña, la Movida y la influencia que llegaba con algo de retraso de un expresionismo alemán junto a formas de realismo singulares y propias. La exposición de su obra Desayuno alemán en la Galería Villalar en 1986 (tras un viaje por Estados Unidos y Alemania) marca una línea en la que el canon cultural en España ya va a ser europeo.

"Los 80 fueron años de propuestas y se pensaba que iba a ser una época de pintura, pero nuestra generación de escultores fue muy intuitiva y funcionó con impulsos que nos llegaban desde los movimientos italianos ingleses y alemanes; la sociedad se estaba transformando y era necesario que encarnáramos ese cambio".

Fernando Sinaga se vio dentro de la corriente minimalista, la más conceptual y teórica que venía de los Estados Unidos. Su selección para formar parte del Salón de los 16 le puso en la escena madrileña. Los años 90 fueron complicados, los artistas se empeñaron en no quedar en los clichés de los 80 como en una jaula sin salida y siguieron abiertos a las influencias que ya no eran tan definidas y claras.

Sinaga dio otro giro y su trabajo se fue haciendo "más inmaterial y más visual, dando entrada a elementos no controlables que tenían que ver con lo informal (sus planchas metálicas con ácidos calientes que se dejaban cristalizar por sí solos. La última década, en este siglo, cargada de transformaciones y de incertidumbres han llevado a Sinaga por un camino de progresiva complejidad. "Si no se protege la llama, el viento apagará la luz", concluyó.