Dos películas con gran protagonismo aragonés se han colado en la programación de la Seminci. Se trata del documental María Moliner. Tendiendo palabras, de la zaragozana Vicky Calavia; y del falso documental Análisis de sangre azul, codirigido por la zaragozana Blanca Torres y el salmantino Gabriel Velázquez de ahí que se incluya en el ciclo Castilla y León en largo. Y hay que sumar Incierta Gloria, de Agustí Villaronga, que ambientada en la guerra civil, Aragón fue escenario de rodaje.

María Moliner (que se proyecta hoy y mañana) reúne a una serie de personalidades del mundo de la cultura, la literatura, la historia, la educación, la filología o la archivística, que guían al espectador por la senda de la autora del Diccionario de uso del español y su vida dedicada al amor por el lenguaje. El documental, de 74 minutos, explica el proceso vital e intelectual que condujo a María Moliner a escribir el diccionario, una obra de cuya primera edición se cumplen 50 años. A pesar de la trascendencia de su trabajo no fue admitida en la Real Academia Española (RAE). Incluye entrevistas con una serie de personalidades del mundo de la cultura, la literatura, la historia, la educación, la filología, el periodismo o la archivística como Aurora Egido, Carme Riera, Carmen Ramón Moliner, Eva Puyó, Inés Fernández Ordóñez, Inmaculada de la Fuente, Javier Barreiro, José Manuel Blecua, Luisa Gutiérrez, Manuel Cebrián, Marco Dugnani, María Antonia Martín Zorraquino, Pedro Álvarez de Miranda, Pilar Benítez, Soledad Puértolas o Víctor Juan. Vicky Calavia, directora del documental, es ya una veterana en la Seminci, ya que presentó en Tiempo de Historia fuera de concurso el corto documental Por qué escribo (2013), codirigido junto a Gaizka Urresti. Un año más tarde se proyectó Aragón rodado y en 2015, Eduardo Ducay. El cine que siempre estuvo ahí.

Ayer, día de la inauguración ya se proyectó Análisis de sangre azul, que también se pudo ver en el pasado festival de San Sebastián. La cinta es «especial porque es llevar hasta el final una propuesta, una especie de viaje en el tiempo, en el que te vas a los años 30 para retratar el Pirineo aragonés en aquella época. Y fuimos más allá y nos dijimos vamos a rodar como en aquella época; vamos a pasar los calvarios o la experiencia de cargar con películas de tres minutos, de llevarlas a revelar, de no poder chequear en un visor mientras rodábamos... Es muda, en blanco y negro, con intención de documentar la realidad y que no haya demasiada ficción», reconocía a este diario la zaragozana Blanca Torres.