Afortunadamente, sobre todo para él, la presencia de George Clooney en el festival de Venecia ya no hace estragos como solía hacerlo antaño. Eso, por supuesto, no significa que no siga monopolizando la atención de los fotógrafos ni desatando ahogados suspiros. Pero, tras haberlo tenido de visita una decena de veces, la Mostra ha dejado ya de tratarlo como a un mono de feria. En este mismo festival, en el año 2009, Clooney se vio obligado a mantener la sonrisa mientras un espontáneo se desnudaba enfrente de él en medio de una rueda de prensa y le imploraba un poco de cariño.

Cosas así le han pasado a menudo; pero ya no. La gente ha entendido que Clooney no quiere ser una celebridad, sino un artista serio, comprometido y altamente político, en buena medida porque él ha se ha esforzado por dejarlo claro, de forma a veces demasiado enfática. Suburbicon, su nuevo trabajo tras la cámara, con el que presentó ayer su candidatura al León de Oro, también se esfuerza por ser altamente político. «Mi país está más enfadado que nunca», explicó el director en la presentación del filme. «Una nube negra se cierne sobre él, y por eso supongo que lo lógico para mí es hacer una película furiosa», añadió.

SANGRE Y PRIVILEGIOS

Suburbicon transcurre en suburbia o, dicho de otro modo, en una de esas urbanizaciones de casas unifamiliares con jardín que han sido retratadas por incontables películas -de El graduado a Terciopelo azul, de La jauría humana a Poltergeist- como el lugar en el que el sueño americano se convierte en pesadilla; y en una época, poco después de la segunda guerra mundial, en la que esos suburbios están habitados por una clase media que se siente próspera, victoriosa e invulnerable y que, a juzgar por la película, es capaz de ponerse perdida de sangre para defender sus privilegios.

Es una América que Clooney conoció de primera mano. «Crecí en el sur de Estados Unidos en la época de las luchas por los derechos civiles. Pensábamos que lograríamos arreglar las cosas, pero es obvio que no lo hicimos, y los mismos problemas nos seguirán persiguiendo a lo largo de nuestra historia».

Suburbicon parece una película de los Coen, y es lógico porque, en realidad, en parte lo es: su punto de partida es un guion que los hermanos escribieron justo después de rodar Sangre fácil (1984). Así, es lógico que tenga las señas de identidad del cine de la pareja de Minnesota esparcidas por cada una de sus escenas: ahí están la obsesión por la figura del pelele, las altas dosis de humor negro tiznado de rojo, el retrato de gente indecente que hace cosas terribles.

En muy pocas palabras, es la historia de un niño cuya vida se desmorona después de que su madre (Julianne Moore) muera aparentemente como consecuencia de la irrupción de dos ladrones en la casa familiar, y de que a partir de entonces su padre (interpretado por Matt Damon) y su tía (Julianne Moore de nuevo) empiecen a comportarse de modo extraño. «Quise demostrar que una persona normal solo necesita una decisión equivocada para convertirse en un monstruo», sostiene Clooney. «Nos puede pasar a todos».

SUBTRAMA RACIAL

El guion de los Coen, eso sí, fue convenientemente alterado para acomodarse a la agenda política del director. «Donald Trump quiere volver a la América que retrata la película, la de Dwight D. Eisenhower, que era un concepto construido por y para los blancos en el que los negros quedaban por completo excluidos», comentaba Clooney frente a la prensa para justificar por qué añadió al texto original una subtrama de temática racial -el odio que la llegada de una familia negra al barrio genera entre los vecinos, gente intolerante, xenófoba y cateta como los votantes de Trump- que, lamentablemente, resulta ser uno de los puntos débiles de Suburbicon.

En lugar de intentar integrar el elemento racista dentro de la historia (o quizá después de intentarlo y comprobar que los guiones de los Coen son como el iPhone: un sistema cerrado), el director lo implanta como si fuera una pieza ortopédica que carece de verdadera vida y cuyo único cometido es que ni el espectador más despistado pase por alto la importancia de la película.

DESARROLLO ATROPELLADO / No es el único aspecto en el que Clooney no está a la altura de su modelo. Como actor ha rodado cuatro películas para los hermanos Coen, y a estas alturas está familiarizado con ese lugar colonizado hace tiempo por los autores de Fargo (1996) en el que cohabitan lo ridículo y lo trágico, la comedia y el drama, el thriller y la farsa. En esta ocasión, él intenta situarse en ese mismo terreno (en el personaje encarnado por Matt Damon en Suburbicon hay ecos muy claros del que interpretó William H. Macy en Fargo), pero no le acaba de salir, y en lugar de ello los tonos van alternándose de forma atropellada de una escena a la siguiente.

A estas alturas, los Coen han refinado su método hasta tal punto que sus historias casi parecen fáciles de contar, pero Suburbicon demuestra que no es así. Quizá Clooney debería haberlos invitado con más frecuencia al rodaje de la película. O tal vez tendría que haber intentado convencerles de que ellos eran los indicados para dirigirla.