Los alumnos de tercer curso de la Escuela Municipal de Teatro de Zaragoza ponen en escena hoy y mañana a las 20,30 la obra en el Teatro Principal Cabezas redondas y cabezas puntiagudas, de Bertold Brecht, como trabajo final de sus tres años de estudios en la escuela.

Se trata de su primer trabajo casi profesional, es dedir, la producción cuenta con todos los elementos y las exigencias propias de una producción profesional, y este obejtivo precisamente el que la escuela programa para una suerte de proyecto final de carrera. Son aún escuela, pero en este trabajo serán ya actores y actrices ante su desafío más exigente.

Para eso han contado con un equipo de producción plenamente profesional, desde sus profesores de interpretación, voz, canto, danza, pantomima y expresión corporal, hasta el equipo de diseño de iluminación, vestuario y escenografía o maquillaje.

La escuela lleva varios años tratando en que estos estudios tengan el carácter oficial que merecen «y no es que nadie dude de la justicia y pertinencia de esta demanda, pero nunca se acaba de producir la feliz circunstancia. Aragón merece tener una escuela oficial de arte dramático», dice Rafael Campos, profesor de la escuela, quien ha adaptado y dirigido la obra que hoy se presenta.

Una obra que está interpretada por Esther Albalá, Lucie Beuken, Clara Gallego, Adriana García, Álvaro Gelabert, Cristina Seral, Sandra Recamal, Isabel Herrero,Jara Martínez, Mara Molín, Rubén Remacha, Natalia Artajona, Daniel Cascares, Cynthia Gómez, Alberto Santos y Present Vicén.

Además, han trabajado en estse montaje, como asistente de dirección, Manuel Buenaventura; comom pianista, Jaime López; en la iluminación, Javier Anós; escenografía y vestuario, Laura Sanz y coreografía, Elia Lozano.

La obra de Brecht, escrita hacia 1932, ya avisa de lo que iba a venir. A través de su fábula sobre los habitantes del reino mítico de Yahoo, a quienes divide en chuches y chiches por la forma de su cabeza, inventa casi una parábola para que cualquier ojo y oído atento anote que finalmente, la vida de las personas viene condicionada por las circunstancias sociales de las que parte. Esto era así en la Europa de entreguerras, pero sigue siendo así ahora, en Europa y en todo el mundo.