Una fila de niños escuchan con la mirada fija en una pizarra cómo poder construir una historia en el cómic. «No se cuenta todo», escuchan, «porque lo que pasa entre viñeta y viñeta es para que el lector se lo imagina». Y los niños asienten mientras imaginan en sus cabezas las miles de historias que quieren vivir. La verdad es que no se tienen que ir muy lejos para poder disfrutarlas. La plaza del Pilar se ha convertido desde el viernes en el epicentro literario de Zaragoza con la Feria del libro. Y en ella, a lo largo de los 69 estands, el paseante puede encontrar libros de aventuras (los más obvios para conseguir viajar en tu propio sueño) pero también históricos, románticos, de ciencia ficción o tebeos donde durante el día de ayer triunfó el doble estand de Milcomics.com que vivió constantes visitas.

Lo cierto es que la feria bien es cierto que no vivió un sábado de aglomeraciones (hay que tener en cuenta que era el primer día completo que abría una cita que el viernes inauguró José Luis Corral) pero si de un continuo goteo de gente que no dudó en sacar el paraguas cuando la lluvia apareció en torno a las 20 horas y que obligó a que algunos de los estands tuvieran que bajar la persiana. Casetas que este año estrenaron sus particulares toldos que resultaron muy eficaces para las horas matinales en las que el sol pegaba con fuerza.

No era día de hacer balance, de hecho, en casa ninguna caseta se atrevían a hacer una primera valoración («queda mucho y tanto para bien o para mal un solo día no puede ser significativo», venían a decir casi al unísono la mayoría de responsables de las casetas), pero la realidad también es que pocas quejas se podían oír ni entre los vendedores ni entre los visitantes. Algunos de ellos turistas se sorprendían con una Feria del libro en el punto más céntrico de la ciudad mientras que también había los que iban a conciencia a la misma.

CARPA COMO DESCARGA / Una de las novedades de este año, la carpa donde se producen las presentaciones (se ha retirado el escenario montado el año pasado en medio de la plaza), se está colocando como la manera de distribuir al público ya que le da oxígeno también a la circulación del público entre las casetas donde la gente se puede encontrar con sus escritores preferidos. Vicente Molina Foix habla de El joven sin alma (editado por Anagrama) ante una veintena de personas mientras el cielo amenaza con una fuerte tormenta.

No parece que lre eche para atrás a la gente. En la carpa de actividades infantiles prosigue el taller para construir un cuento y ahora hasta los padres prestan atención a las claves. Nadie calibra de momento el número de ventas pero sí el de las personas que ojean (y hojean) sus libros porque quizá vuelvan otro día con la decisión ya tomada y hagan el desembolso.

La feria es, además, un reducto, para las familias que quieren pasear y disfrutar de la animación que ofrece la cita que este año vuelve a los diez días de duración después de los cinco que estuvo abierta un año, el pasado, en el que se estrenó esta ubicación que parece convencer a casi todo el mundo.

Asoma algún paraguas entre las casetas y la tormenta está prácticamente encima. La descarga de agua que no tarda en llegar y que, aunque no de manera oficial, prácticamente da por concluido este segundo día de libros. Hoy domingo será otro día, uno de los que se preveen más multitudinarios siempre que el tiempo respete. Un ojo, sino los dos, de los organizadores, ya están en el cielo.