Hace dos años, Manuela Mena, conservadora del Museo del Prado, visitó el almacén del Museo de Zaragoza. No buscaba nada en concreto, simplemente ver «lo que había» y, en esa visita, dio con un cuadro no muy grande «muy sucio y oscuro» atribuido temporalmente a Bayeu aunque en el equipo del museo de la capital aragonesa ya había dudas sobre la autoría: «A través de la suciedad -explicó ayer Mena- pude ver determinadas características que indicaban que era de alguien superior a Bayeu». Así que Mena le propuso al Museo de Zaragoza llevarlo al Prado para su restauración y estudio. El cuadro en cuestión es El éxtasis de san Antonio Abad y su autor es Goya «sin ninguna duda». Esa es la conclusión a la que se llegó en el Prado y el presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán, acompañado de la propia Mena y de la consejera de Cultura del Gobierno de Aragón, Mayte Pérez, presentó ayer el cuadro en el propio Museo de Zaragoza. Allí ocupa un lugar en la tercera sala dentro de la reordenación de la museografía dedicada al de Fuendetodos en el centro que también se estrenó ayer.

BAYEU, GONZÁLEZ VÁZQUEZ... / El cuadro, que había sido atribuido desde 1925, que fue cuando lo adquirió el museo, a cualquiera de los tres hermanos Bayeu (Francisco, Ramón y Manuel) y a Antonio González Vázquez, representa al santo en éxtasis, momentos antes de su muerte en los que está sentado sobre una roca al atardecer mientras queda maravillado ante la aparición del ángel mancebo que le señala al cielo. «Ha sido un trabajo minucioso de todo el equipo -relató Mena- y en ese proceso nos hemos encontrado con el problema de que ya existían dos cuadros con esta composición». El primero está en una iglesia de Roma, obra de Giaquinto Corrado y es en el que se basa el propio Goya, con variantes, para hacer el cuadro descubierto ayer. El otro está firmado por el propio pintor aragonés en una colección privada en Madrid aunque de un tamaño más pequeño.

En esta pieza del Museo de Zaragoza, sin embargo, destaca «la abstracción utilizada típica de un Goya que necesita poco para decir mucho y esa forma de cómo vuela el ángel... Son cosas que nadie hace y las comparaciones que hicimos lo demostraron», certificó Mena ayer cuyo equipo fechó el cuadro en torno a 1780.

Según estos mismos estudios, el destino inicial del cuadro, que no lleva firma, algo habitual en la época y se está ante un Goya joven todavía, era alguien de su intimidad y confianza. ¿Por qué? «Está hecho con materiales reciclados, son dos telas cosidas unas con otra y eso nos da la pista de que casi fue una obra sobre la marcha», dijo Mena. ¿Para quién? Podría ser, desveló la conservadora del Prado, dada su conocida amistad con Martín Zapater, que «fuera para uno de sus tíos que vivía en Zaragoza y se llamaba Antonio».

Mena insistió en su alocución final en que esta es una aportación «verdadera» al catálogo de Goya frente a otras obras que con «desfachatez» se atribuyen al artista y sobre todo cuando se exponen al público. «Con esta pintura todo el mundo podrá aprender», concluyó.

El presidente Lambán aseguró, por su parte, sentir «un enorme júbilo» e incluso expresó un deseo: «Ojalá el almacén nos siga deparando sorpresas como esta». Y es que, para el presidente de Aragón «la condición de aragonés de Goya es una gozosa servidumbre que ejercida con inteligencia nos propicia una oportunidad en todos los terrenos».

En ese sentido, Javier Lambán destacó que en la comunidad «hay proyectos sobre Goya que están funcionando bien» y citó al consorcio Goya-Fuendetodos, al Museo del Grabado de Fuendetodos, a la Fundación Goya y las colecciones privadas y lugares como la Cartuja de Aula Dei para expresar un deseo en voz alta: «Hay que coordinarse y sintonizar mejor las ofertas de todos para explotar la potencialidad conjunta y que se duplique su importancia».