El cine español dice aquí estoy yo. Con sus thrillers y sus dramas. Hipotecados productores, directores, actores, montadores, sonidistas y maquilladores, entre otros, se visten hoy de largo en Madrid para celebrar la gran gala del año: los Goya. Después de un 2016 movidito, variado y taquillero, los académicos dictaminan qué película ha sido la mejor.

En los últimos días, muchos dan por hecho que Tarde para la ira, debut en la dirección del actor Raúl Arévalo, vencerá a sus contrincantes: los también thrillers El hombre de las mil caras (Alberto Rodríguez) y Que Dios nos perdone (Rodrigo Sorogoyen) y los dramas firmados por Pedro Almodóvar (Julieta) y J. A. Bayona (Un monstruo viene a verme). Sin embargo, si hay algo que hemos aprendido en 31 años de premios Goya es que nunca hay que dar nada por hecho. ¿O es que alguien imaginó que La soledad, de Jaime Rosales, iba a ganar en la edición del 2008? Si finalmente Tarde para la ira conquista el Goya a la mejor película, será la tercera vez en la historia de los premios que un debutante se lleva el máximo galardón. Ocurrió con Tesis, de Alejando Amenábar, y El bola, de Achero Mañas.

¿Quién será el mejor director del año? En esta categoría, Arévalo no compite (lo hace en dirección novel), así que el joven Sorogoyen será el que se enfrente a los monstruos Almodóvar, Bayona y Rodríguez. Y otra pregunta importante: ¿desfilarán por la alfombra roja los guionistas, hasta ahora vetados por falta de tiempo? Las respuestas, esta noche.

A esta hora, Dani Rovira debe de estar en el ensayo número mil de una gala que se prevé más pobretona que en años anteriores porque la Academia no está para grandes derroches económicos. Rovira, que ha aprendido la lección del año pasado y se desconectará de Twitter unos cuantos meses, no quiere emular al hiriente Ricky Gervais. El malagueño tirará de humor blanco y lanzará pullas «simpáticas», dice, a los nominados. Si no ha estado absolutamente aislado en su casa de campo preparando la gala junto a los guionistas, es de esperar que caigan dardos políticos al ausente presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que dijo en Onda Cero no haber visto ni una de las películas candidatas porque «desgraciadamente» no tiene tiempo para ir al cine.

En ausencia de Rajoy, será el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, el que reciba algún que otro encargo para el jefe. El chismorreo político también llegará cuando aparezcan en la alfombra roja Pablo Iglesias (¿de esmoquin, como el año pasado?), Albert Rivera y Alberto Garzón. En esa buscada foto política no estará, como en el 2016, Pedro Sánchez, sino el portavoz socialista en temas de Cultura.

CORTAR A LOS PREMIADOS

Como todos los años, la gala será emitida en directo por TVE-1 (22.00 horas). ¿A qué hora acabará? Una pista: el año pasado, el último premio (el de mejor película) se entregó pasada la una de la madrugada. Como la excesiva duración siempre es un tema de debate, Rovira planteó a los nominados que enviaran por correo electrónico sus agradecimientos de tal manera que el texto apareciera en una pantalla y así el ganador se centrara en un discurso más corto y más personal. De eso nada, contestaron los aludidos. Así que si la gala se alarga, ya saben a quien hay que disparar.

Será la Film Symphony Orchestra la que eleve el tono de la melodía hasta que el vencedor se dé por aludido y decida poner fin a su discurso. A la que sí concederán más tiempo será a Ana Belén (Goya de Honor), que quizá aproveche el estrado para pedir trabajo a los productores.

DISCURSO DE LA PRESIDENTA

Todos los invitados serán recibidos por la presidenta de la Academia del Cine, la figurinista Yvonne Blake, que a mitad de gala subirá al estrado para el discurso oficial. ¿Será reivindicativa y pedirá más apoyo económico a las autoridades políticas? ¿Mandará un abrazo solidario a los dueños de los videoclubs, como hizo el año pasado Antonio Resines? ¿Pedirá luchar con uñas y dientes contra la piratería, como hizo Enrique González Macho? ¿Reivindicará internet como solución a los problemas del cine, tal y como clamó Álex de la Iglesia? A priori, parece que será un discurso light. Blake tiene buen rollo con el Gobierno y así lo ha demostrado esta semana cuando firmó, entre risas cómplices, un convenio de colaboración con el ministro de Cultura. El acuerdo no tiene asignación presupuestaria, pero Méndez de Vigo lo calificó como «el inicio de una buena amistad».