Un halo de dramatismo se adueñó ayer del coso de La Misericordia cuando el festejo inaugural de la temporada, una corrida de rejones, estaba en sus últimos compases. El toro Felpa Vieja, de la ganadería de Guardiola Fantoni, sexto de la tarde, hirió gravemente al caballo Turronero, de Manuel Manzanares.

El rejoneador alicantino salía de un embroque cuando él y su montura perdieron súbitamente el equilibrio. Una vez en el suelo, el toro hizo por ellos y, mientras que el rejoneador pudo ponerse rápidamente a salvo, el caballo quedó a merced del toro. En ese estado de indefensión, resultó para el toro presa fácil infiriéndole una tremenda cornada en el cuarto trasero derecho.

Fue entonces cuando se vivieron los instantes más emotivos, con el ruedo poblado de auxiliadores (saltó al ruedo hasta el legendario torero José María Manzanares, padre del rejoneador) mientras el toro se encelaba intentando herir reiteradamente al caballo. Finalmente pudieron retirar al equino para estabilizarlo antes de ser trasladado a la Facultad de Veterinaria de la capital zaragozana.

ROZANDO EL TRIUNFO Hasta entonces el festejo había discurrido por cauces, si no de aburrimiento, sí de mucha intrascendencia debido sobre todo al pobre juego de los toros de Guardiola, flojos, mansurrones (el quinto de instaló en la puerta de chiqueros y el sexto buscó siempre tablas). El toro que posibilitó en algo la lidia fue el tercero, que pareció algo más de lo que era gracias a la acertada lidia de Manzanares.

El discípulo de Pablo Hermoso de Mendoza, casi un émulo perfecto del maestro navarro, calcó la tauromaquia esencial del de Estella: parando a los toros en el platillo con requiebros medidos, buscando obsesivamente los encuentros en los terrenos exteriores, dándose, en fin, casi ningún margen al populismo. Además, gran parte de su cuadra lleva el hierro de Pablo Hermoso.

Esa adecuada administración de los terrenos fue su mayor virtud. El tercer toro duró gracias a su lidia perfecta. Tan solo hubo de llevar la faena al extremo cuando clavó junto a tablas, casi sin espacio material a lomos de Tomatito. Al sexto lo pinchó reiteradamente y perdió trofeo. Hay que verlo de nuevo para saber si tiene personalidad propia o solo es un clon del gran PHM.

Segio Galán aportó el oficio. Cortó una oreja a su segundo aunque lo más vibrante de su actuación lo realizó a lomos de Vidrié, un caballo explosivo de gran expresividad. Y Rui Fernandes, con un toreo anodino y muy previsible, cabalgó Europa, Asia y Oceanía para no encontrar meta. Fue la abundancia, la doma y los alardes casi siempre antes o después del embroque. Lo que vende, todavía es una incógnita.