En un páramo de Seseña (Toledo), agujereado por madrigueras de conejos y restos de trincheras de la guerra civil, se filmó hace más de 50 años La caza, obra maestra de Carlos Saura, a la vez realista y simbólica, que denunciaba la violencia fratricida y las miserias de la sociedad franquista.

Fue su carácter alegórico lo que la libró de la censura y permitió que La caza llegara a los cines tal día como ayer de 1966. Los censores incluso le hicieron un favor al director aragonés al obligarle a recortar el título original, La caza del conejo, por sus posibles connotaciones sexuales.

No iban por ahí los tiros. Con un tratamiento casi de documental, La caza cuenta la historia de cuatro amigos que se reúnen para pasar un día juntos cazando conejos y comiendo paella, pero lo que empieza como una jornada de ocio y compadreo deriva en tragedia a medida que afloran las frustraciones y vilezas de cada uno.

El director de La prima Angélica ha contado que la idea se le ocurrió mientras rodaba en esos mismos parajes Llanto por un bandido (1963), una película de la que, por otro lado, salió frustrado por el montaje final.

Decidió entonces que no volvería a filmar nada sin tener el control absoluto y en La caza fue la primera vez que lo puso en práctica, con un aliado fundamental, Elías Querejeta, que se convertiría desde ese momento en su productor de cabecera.

Ambos pusieron un millón de pesetas cada uno. Es la única vez que Saura ha producido uno de sus filmes, gracias a un dinero que le prestó su padre, según ha contado, y que logró devolverle gracias al éxito en taquilla.

Rodada en cuatro semanas, por orden cronológico, con pocos medios y margen para improvisar, la trama se desarrollaba bajo un sol asfixiante que incidía en la sensación creciente de claustrofobia que ahoga a los personajes. El hasta entonces galán del cine franquista Alfredo Mayo (Paco), junto a Ismael Merlo (José), José María Prada (Luis) y un debutante Emilio Gutiérrez Caba (Enrique) dieron forma al reparto.

Tres de ellos representaban el mundo adulto que había vivido la guerra: uno es alcohólico, otro está arruinado tras su separación y confía en la ayuda del tercero, que ha amasado una fortuna; mientras, el joven, con su curiosidad e inocencia, es el único que aporta cierta esperanza.

Estilísticamente la película fue muy innovadora. Se proyectó por primera vez en la III Semana de Nuevo Cine Español de Molins de Rei (Barcelona) pero fue su acogida en el Festival de Berlín lo que le dio el impulso definitivo. Callejón sin salida, de Roman Polanski, le privó del Oso de Oro, pero le valió el Oso de Plata a la mejor dirección.