Después de colaborar con Kiko Veneno y con su madre, la cantante Martirio, Raúl Rodríguez presenta su segundo trabajo en solitario La raíz eléctrica, un ecléctico abanico de estilos que deambula entre los ritmos haitianos, el afrobeat, el soul, el sol cubano, y el flamenco, por supuesto. Lo hace hoy en el Centro Cívico Delicias de Zaragoza, a las 20.30 horas.

-Compuso gran parte de ‘La raíz eléctrica’ en Haití acompañado de Jackson Brown durante el evento ‘The song summit’.

-Así es, estaba empezando a arrancar la composición de este disco cuando tuve ocasión de participar en el evento de Jackson. Haití es un lugar muy especial, ya que ha tenido una historia trágica llena de impedimentos para salir adelante y a pesar de ello nunca ha abandonado la cultura. La creatividad y la inventiva son valores productivos, y ellos lo saben. Escriben música, poesía, hacen cine, y todo ello en mitad de la catástrofe. Esto choca con la concepción del arte que tenemos aquí, como esa especie de última capa de barniz que se aplica cuando tenemos todas las necesidades cubiertas. Allí, lejos de desaparecer, el arte está por todas partes. El ambiente fue tan mágico que en seis días que estuvimos grabamos cinco canciones.

-Además incorporó ritmos del vudú, prácticamente desconocidos aquí en occidente.

-Haití ha tenido una historia de aislamiento muy fuerte. Fue la primera isla prácticamente negra que se reveló contra los amos y la única rebelión de los esclavos que triunfó en el movimiento anti-colonial. Los ritmos vudú, inicialmente originados en los carnavales de la isla, acabaron siendo exportados a Cuba y a Nueva Orleans e incorporados dentro de su música, el son cubano, el primer jazz etc. Pero en la actualidad Haití sigue estando aislada y nadie, incluso dentro del Caribe, quiere saber que están allí. Es la verdadera cara-b de la música caribeña. Un lugar perdido en mitad de la nada.

-También llama la atención de la electrificación de la música popular andaluza. Casi recuerda a la década de los 70 y a Kiko Veneno, con quien colaboró.

-Tuve la suerte de crecer en esa Andalucía de los años 70, en medio del potaje. Lo hice sin ser consciente de lo afortunado que era por vivir todo aquello. Mis padres eran amigos de Kiko cuando vivíamos en Conil, y guardo recuerdos de él componiendo temas para La leyenda del tiempo y anunciándonos que Camarón iba a grabar Volando voy. También recuerdo a Pata Negra tocar en casa. En ese sentido me gusta sentir que soy un verdadero purista, ya que yo hago lo que he visto. Esa es mi tradición, aquella Andalucía eléctrica y una sociedad que no tenía miedo al futuro. Tuve que volver de Haiti para darme cuenta de todo lo que tenía.

-Un flamenco que no deja de estar estrechamente ligado con la música cubana y el blues.

-Por supuesto, el flamenco pertenece a un circuito internacional que engloba a múltiples países. En su distribución jugó un gran papel la diáspora esclavista africana y es por esto que existe esa especie de circuito secreto que conecta los ritmos flamencos con todos esos estilos, del jazz de Nueva Orleans hasta el tango argentino. Electrificar aquello era el siguiente paso lógico, me gusta pensar que estoy retrocediendo hacia el futuro.

-Un concepto que fue definido por el mexicano Antonio García León como ‘Caribe afroandaluz’.

-Es un grandísimo concepto, y García León es un gran historiador y un gran músico. Él hace hincapié en el comercio, en cómo para poder estudiar la historia de nuestro propio país hay que tener en cuenta ese historial de contacto con otras regiones. Sevilla y Cádiz fueron la puerta de rutas comerciales a toda Sudamérica y Centroamérica, y fue en esas rutas en las que se originaron esos primeros ritmos que servían a los esclavos para ejercer su única libertad. Es por eso que dentro del flamenco ya hay muchas músicas integradas, y si entramos en contacto con ellas podemos hacer cosas nuevas desde la tradición. Es decir, escarbar en nuestro pasado siendo conscientes de que pertenecemos a un entorno mucho más grande. Un discurso integrador.