Miroslav Matjevic acabó siendo víctima de su propia voracidad por matar sin ningún tipo de rencor ni remordimiento desde los tiempos del sitio de Sarajevo. Él solo lo hacía para poder fumarse un cigarro. François Laplanche, el casco azul francés de la ONU destinado a la capital de Bosnia, recordó la peor de sus pesadillas cuando tuvo que defenderse por la vida. Su único momento de tranquilidad, el cigarro de la paz. Su vida ya estaba unida irremediablemente a Miroslav. Ratko Petrovic, por su parte, vivía del tabaco pero no le gustaba fumar mientras que el último protagonista (humano) de esta historia, el sargento Hervé Dumont sabe el peligro del cigarro pero quizá no de otras prácticas. Por el humo se sabe dónde está el fuego (editado por Dib-buks) es el primer volumen de la serie Cuerpos del delito que de la mano del aragonés Antonio Altarriba (con un guion magistral una vez más) y el dibujante granadino Sergio García juega con la idea del cadáver exquisito que cuenta la historia en un solo cuerpo.

Cuatro historias entrelazadas (las de Miroslav, François, Ratko y Hervé) en torno a dos elementos clave: el tabaco y el Sarajevo sitiado de la guerra de Bosnia. A partir de ahí, Altarriba ha construido un guion crudo, áspero, de esos en los que le gusta recrearse y, sobre todo, realista hasta doler, pero, sobre todo, ameno. Son 76 páginas que son como un disparo de un francotirador, que se produce tan rápido que solo te da tiempo a ver sus consecuencias. De ese modo funciona este Por el humo sabe dónde está el fuego con el tabaco muy presente pero sin que sea la consencuencia de la muerte de ninguno de sus protagonistas, con un alegato contra una sociedad que lo criminaliza pero permite su venta aún sabiendo que es veneno para la salud.

LA GRAN ‘SORPRESA’ / Y junto a este guion, la gran sorpresa de este libro son las ilustraciones de Sergio García que juegan con esa visión apocalíptica que se intuye en los relatos para, en blanco y negro, reflejar un instante igual de peligroso que atractivo, que lo mismo carece de empatía como está lleno de sentimiento.

Todo hasta llegar a la gran joya de este Cuerpos del delito. Casi oculto, por detrás de la contraportada hay un sobre por cuyo contenido simplemente vale la pena comprar el libro. Ahí, Sergio García explica cómo ha sido la concepción del libro y la dificultad que ha encontrado a la hora de expresar lo que Altarriba había escrito. Pero todo coronado por un gran cadáver en el suelo (al estilo de las investigaciones de la policía criminal) que contiene todas las historias del libro.

Un remate ideal para una cuidada edición de una serie que promete mucho después de ver este primer volumen. Parece que ya están en camino La pipa de la paz y Demasiados humos. La espera ya se está haciendo larga.

En definitiva, Por el humo dónde está el fuego es un ejercicio de disfrute, de inmiscuirse en una historia que puede resultar alejada del lector pero que acaba siendo suya entre sobresaltos (sin querer desvelar nada, hay dos finales de historia memorables que no solo sorprenden sino que alteran al receptor) y aventuras que juegan con la idea de la guerra, las muertes violentas y el tabaco. ¿Cuál es la peor de todas? Quizá este libro dé una respuesta.

LECTURA NO CONVENCIONAL /Ahora bien, conviene advertir que toda esta experiencia de lectura es consecuencia de salirse de las normas convencionales occidentales, de la concepción de Altarriba y García de salirse de las pautas establecidas para buscar una nueva forma de narrar que funde las cuatro historias en este cadáver exquisito que, aunque pueda parecer lo contrario, está más vivo que nunca.

Antonio Altarriba (muy laureado por El arte de volar, El ala rota y Yo, asesino, entre otras muchas obras) ha vuelto a demostrar porque es uno de los guionistas más reconocidos del cómic español y si anteriormente ya lo había hecho con otros como Kim y Keko, ahora ha vuelto a facturar una gran obra en una nueva compenetración artística. La pregunta siguiente que asalta, ¿tiene límite la creación de Antonio Altarriba?