"Con solo una hoja de papel puedes hacer lo que quieras". Esa es la premisa de la que parte el arte de la papiroflexia. Ante esto, parece misión imposible que los niños de hoy en día se interesen por el origami. Sin embargo, parece que las manualidades aun despiertan la ilusión infantil, y ayer en la Escuela Museo de Origami de Zaragoza, se pudo comprobar la admiración y la curiosidad con la que un grupo de niños saharauis, acompañados de sus familias de acogida en Zaragoza, disfrutaron de las distintas exposiciones en visita guiada.

"Todos los padres nos conocimos en el momento de la adopción, y nos solemos juntar para ir a la piscina y esto nos pareció buena idea", explicó Mariluz Wander, madre y miembro de Amigos del Pueblo Saharaui en Aragón (UmDraiga). Los niños vienen del campamento de refugiados de Tinduf (Argelia) y llegaron a Zaragoza hace un mes a través de la iniciativa Vacaciones en Paz, impulsada por la ONG Arapaz y UmDraiga.

Lejos de la cultura oriental

Entre expresiones (más bien gritos) de asombro y otros momentos de contemplación y silencio, los niños escucharon la clase sobre los orígenes del origami y aprendieron a diferenciar entre las técnicas clásicas y los artistas contemporáneos actuales, con ayuda de un traductor. Una atípica excursión para estos niños y niñas de entre 10 y 12 años, quienes nunca habían estado familiarizados con la cultura oriental ni con la papiroflexia.

Desde las pequeñas figuras tradicionales de pajaritas y grullas, a obras de mayor complejidad y dimensiones, los chiquillos no paraban de correr impacientes buscando lo que les aguardaba en la siguiente sala. La obra que mayor admiración causó fue la recreación marina de papel de Vincent Floderer, la obra Fondo Marino Fantasma.

Al acabar la visita, los niños, que estaban más concentrados que nunca, realizaron un taller en la que fabricaron una cajita con pliegues de papel, que luego mostraban orgullosos comparándolas entre sí. Y es que aunque nos encontremos en la era de la electrónica, "todo lo que se le pueda ocurrir al niño lo puede llevar al papel", explicó Félix Higuera, uno de los responsables de la Escuela Museo de Origami en Zaragoza, "por eso les encanta a niños y también adultos, porque un componente fundamental es la imaginación", concluyó.