El torero de Pedrola Imanol Sánchez es desde ayer el 50° matador de toros de la historia de Aragón. La ceremonia de ingreso en el escalafón superior tuvo lugar en la plaza de toros de Catalayud que, con motivo de la feria taurina en honor de la Virgen de la Peña se celebró en el conocido como coso de Margarita. Una oreja obtuvo en el toro del doctorado, de nombre Guitarra, marcado con el número 99 y perteneciente, como todo el encierro, a la ganadería de Alcurrucén.

Innegable su capacidad de convocatoria, no sólo fueron sus paisanos quienes acudieron a apoyarle. De los balconcillos pendían pancartas partidarias; en una barrera, Abanto se hacía presente y por los pasillos interiores se escuchaban, antes del festejo, conversaciones en francés.

El toro del doctorado tuvo son y ritmo, cadenciosas embestidas y un recorrido humillado y con clase. Un perfecto colaborador que Sánchez metió en la muleta con gran resolución llevando largos los viajes, rematados allá donde se engarzan con naturalidad con su siguiente.

La ligazón, ese fue el denominador común de una faena en la que se mostró sorprendentemente relajado. Cierto también que el cinqueño había sido muy dosificado en el caballo y conducido cabalmente en el capote durante la lidia. Lástima que la estocada cayera un tanto desprendida y fuese precedida de un pinchazo que influyeron para que el presidente no atendiera la petición de un segundo trofeo.

En el sexto, casi ya a oscuras, la cosa tuvo otro tono. El de Alcurrucén, feo y destartalado, solo se dejó muletear en dos fases de la faena, ambas por el pitón derecho, hitos de un quehacer que fue emborronado por el reiterado desacierto con el estoque.

Muy firme y centrado, Alberto Aguilar mostró su mejor versión ante un toro, su primero, que se lo pensaba mucho pero que, cuando tomaba la muleta lo hacía muy entregado.