Llovía. A Imelda May le quedaban casi media docena de canciones para terminar el concierto y a la cantante le pareció oportuno glosar el atractivo del lugar donde se celebraba y el entusiasmo del público, que tirando de paraguas estaba siguiendo su actuación. Entonces se fue la luz. El fluido eléctrico, o sea. Y la lluvia, más o menos soportable, se transformó en diluvio, y ... se dio por finalizada una velada musical que había comenzado a las diez de la noche con el grupo Los Coronas y debía de continuar, tras la señorita May, con Muchachito. Menos mal que la otrora reina del rockabilly pudo desgranar su repertorio casi al completo.

A la irlandesa Imelda May, la vimos en Pirineos Sur hace tres años, todavía con sus canciones, su atuendo y su peinado de los orígenes del rocanrol. Hoy, a sus 42 años, esta cantante de voz vigorosa pero cálida, matizada en los bajos y potente en los altos, muestra un nuevo estilo, tanto en su aspecto como musicalmente hablando. Su imagen es ahora algo afrancesada, cercana a la de Carla Bruni, por ejemplo, y sus canciones transitan entre la amplia negritud de Nueva Orleans (blues, soul, gospel...), el pop refinado de las cantantes británicas de los años 60 y algunos arrebatos de rock. Todo eso lo ha plasmado en el estupendo disco Life, Love, Flesh, Blood, producido por T Bone Burnett, y en el que han colaborado el guitarrista Jeff Beck y Jools Holland, fundador que fue de la banda Squeeze, y presentador hoy en la BBC de un excelente programa musical. De ese álbum extrajo el repertorio que ofreció en Aínsa (el que le dio tiempo a interpretar, claro), que completó con canciones como Big Bad Handsome Man, del álbum Love Tatoo. O sea, When It’s My Time, Human, Sixth Sense, Bad Habit, Love & Fear, Black Tears, Flesh & Blood, Should’ve Been You, Leave Me Lonely, The Longing, Mayhem... Piezas intensas, confesionales (algo ambiguas, explica Imelda), interpretadas con sentido y sensibilidad. En una noche francamente desapacible e incómoda Imelda May no escatimó calidez; no pudo con el diluvio, pero para entonces, mojados y todo, nos había hecho disfrutar sin fisuras.

Sin lluvia (debido, según se dijo, a los sombreros repelentes de sus miembros) el grupo Los Coronas desplegó con su destreza habitual un cargamento de surf, rock instrumental y paisajes de banda sonora fronteriza. Revisó algunas de esas piezas que forman parte de la memoria musical colectiva y recreó a Los Brincos y a Pepa Flores (Marisol). Por cierto: el programa a tres bandas (a dos al final) del sábado, aunque dentro del Festival Castillo de Aínsa, estaba organizado por Pirineos Sur en un trasvase festivalero de extraño encaje y no menos rara justificación. Cosas.