El trabajo y la distancia (vive enMoscú) le impedirán al aragonés Ricardo Marquina asistir a la proyección de su película, Memorias de Chernobil (In Russia), en Zaragoza. La cinta opta a mejor largometraje internacional de Ecozine.

-¿Cómo llega un aragonés a Moscú?

-Llegué a Rusia en 2008 a trabajar de corresponsal para un canal generalista de España, y desde entonces vivo y trabajo aquí, y en los países de la antigua Unión Soviética. Ha sido una experiencia muy intensa, ya que en estos casi 9 años ha pasado de todo por esta zona del mundo.

-¿Por qué decidió realizar un documental sobre la central de Chernóbil?

-Desde la propia catástrofe, en 1986, cuando yo tenía 6 años, algo se me quedó grabado. Las imágenes de aquel lugar, que se había quedado vacío por algo invisible y extraño como es la radiación me habían hipnotizado. Por eso en cuanto llegué a Rusia uno de los primeros viajes que hice fue a Ucrania, a visitar aquella ciudad, Pripiat. Eso fue en 2009, y en aquel momento mi economía no andaba para muchos gastos, así que, siete años más tarde, aprovechando el 30º aniversario de la catástrofe y que ya podía embarcarme en el gasto que supone un documental, no me lo pensé y me lancé a hacer este trabajo.

-El documental regresa con seis antiguos habitantes hasta Pripiat. ¿Como los eligió?

-Tenía claro que personajes necesitaba para contar la historia, pero sobre todo tuve la suerte de contar con Andrey Glushko, mi fixer en Kiev, quien desde un principio comprendió perfectamente qué es lo que quería hacer, y encontró a los seis personajes. Con ellos (un trabajador de la central, un epidemiólogo, una enfermera, el jefe de policía de la ciudad, un bombero y un ingeniero que fue el último hombre que salió del reactor aquel día) podríamos hilar la historia de cómo fue aquella ciudad a la que todos extrañan, y de cómo fueron las horas finales.

-¿Cómo fue la grabación?

-Muy intensa, ya que mover a seis ancianos a este lugar, visitar sus casas era complicado, pero ellos se portaron de manera sobresaliente, sin su entusiasmo habría sido imposible, y además conseguí embarcar a mi hermana Sara para que me echase un cable con la segunda cámara, lo que aligeró muchísimo mi trabajo.

-¿Qué sintió? Escuchar las llamadas anunciando el accidente todavía causan congoja…

-Lo que más me impresionó fue ver que, tras tantos años, tras tanto deterioro de la ciudad, sus habitantes la siguen queriendo y echando de menos, resulta algo muy extraño escuchar el amor que sienten por este lugar.

-Pripiat es una ciudad fantasma, coches, maquinaria, una noria, todo abandonado... Parece que el tiempo se hubiera detenido.

-Ver una ciudad así, vacía, en silencio, es algo que impresiona mucho, más teniendo en cuenta que Pripiat es típica ciudad de nueva planta soviética, como hay miles en toda la exURSS, por eso me resulta tremendamente familiar.

-¿Cómo vivieron los seis personajes la vuelta? ¿Por qué dedicieron volver?

-Algunos ya habían vuelto varias veces, otros regresaban por primera vez. Ellos estaban muy agradecidos de que los llevásemos allí, sus pensiones son tan míseras que pagar una excursión a la zona es imposible para ellos. Pripiat es visitable, de hecho durante la grabación nos encontramos un par de grupos de turistas, pero los precios son demasiado altos, 150 dólares por excursiones en grupo, 300 por individuales, imposible para un jubilado ucraniano.

-No sé si es una apreciación personal, algo premeditado o causa del carácter de la zona. La enfermera es la que en primer lugar deja aflorar sus sentimientos pero poco a poco,todos lo van haciendo.

-Ludmila es una mujer llena de energía, y muy emocional, y la única mujer del grupo. El resto se fueron soltando cuando, poco a poco, fueron cogiendo confianza con Sara y conmigo, pero lo que era evidente es que todos tenía en corazón en un puño al volver a pisar sus viejos apartamentos, sus lugares de trabajo y aquellas calles, que pisaron cuando eran jóvenes y felices.

-Pese al drama, hay tiempo también para las anécdotas, cómo uno recuerda una boda; u otro que se olvida de sus hijas.

-Todos las tienen, todos coinciden en que fueron felices en aquella ciudad. Nosotros también tuvimos nuestras anécdotas allí con ellos, como, tras subir 12 plantas para llegar al apartamento del policía alguien dijo «es hora de comer» y empezaron a salir bocadillos, embutidos, queso y ... vodka.

-Qué pretende lograr con el documental?

-Quería mostrar esta tragedia desde el punto de vista de un sector de sus víctimas. Sobre Chernóbil hay ya muchos trabajos, de una calidad imponente, con mucho presupuesto y con una profundidad de contenidos en lo técnico sobresaliente. Yo no podía competir con eso así que quise llevar el tema al campo que mejor domino, que es el personal.

-Todos hablan de nostalgia y, la enfermera dice que nunca estarán mejor en otro sitio que allí. ¿Es lo que pretendía mostrar?

-Se juntan varias cosas, yo creo que más que echar de menos un lugar, se echan de menos a si mismos, a aquel momento concreto cuando eran jóvenes, tenían todo el futuro por delante y una carrera profesional asegurada, echan de menos aquel sentimiento, es algo que he visto ya en otras gentes de la URSS. Por otra parte, tras ser evacuados y recolocados, sus condiciones de vida empeoraron, muchos enfermaron o murieron por la radiación, llegó el fin de la URSS y su mundo se vino abajo.

-¿Qué papel tiene la música?

-La música era fundamental, debía corresponder con el ritmo pausado y melancólico de las imágenes, y tuve la suerte de que mi amigo Javier Martínez, otro aragonés, me compusiera las dos piezas centrales del documental, que le van como anillo al dedo.

-¿Volverá a ser habitable Pripiat?

-Técnicamente sí, pero los edificios actuales ya presentan problemas muy serios, algunos ya se han derrumbado parcialmente. Actualmente en la zona de Chernóbil trabajan varios miles de personas, la gente que termina el nuevo armazón de la central. En varios puntos la radiación sigue siendo peligrosa, pero en el resto la vida humana vuelve a ser posible.

-El documental se ha visto ya en varios festivales, ¿qué tal acogida ha tenido? ¿Qué supone para usted que se vea en Zaragoza?

-Los festivales son complicados, pero más lo es la televisión, que busca productos dinámicos, de consumo fácil y rápido. Hemos recibido muy buenos comentarios y estamos muy satisfechos. Que se proyecte en mi tierra es siempre una alegría, me encantaría estar allí para verlo, pero mi trabajo me tiene muy ocupado en Moscú, preparando ya nuevos proyectos.