La suya es una historia típicamente hollywoodiense: el héroe solitario que se enfrenta a un obstáculo aplastante, sufre heridas y maltratos en el proceso y, aun así, encuentra la fuerza suficiente para seguir adelante y salir finalmente victorioso. Hablamos de Kenneth Lonergan, posiblemente el mejor cineasta del que la mayoría de gente no había oído hablar: cuando su carrera parecía finiquitada tras el aciago destino sufrido por su segunda película, Margaret, ahora Manchester frente al mar le ha otorgado ese reconocimiento masivo que desde el principio mereció, y seis candidaturas al Oscar.

Lonergan, eso sí, no es proclive a las épicas triunfalistas. Él escribe y dirige dramas que expresan sentimientos complejos y desnudos sin recurrir a grandes discursos ni subidones lloricas. Lo que hace únicas sus películas es precisamente que no resultan convencionalmente dramáticas, pero rebosan vida y emociones soterradas.

Manchester frente al mar no es una excepción. Acompaña a un conserje llamado Lee (Casey Affleck), que tras el fallecimiento de su hermano regresa a la comunidad pesquera donde solía vivir para hacerse cargo de su sobrino adolescente. Al llegar se ve forzado a lidiar con la banalidad de la muerte —morgues, efectos personales, testamentos— mientras se enfrenta a otra desoladora tragedia de su pasado que, por respeto a la estrategia narrativa de Lonergan, no conviene mencionar.

TRES ACCIDENTES FATALES

Con Manchester frente al mar, el neoyorquino se confirma como un narrador maestro, que solo ha necesitado tres películas para construir un universo propio. Todas ellas se centran en accidentes fatales: en Puedes contar conmigo (2000) fue con un coche, y en Margaret, con un autobús. En Manchester frente al mar, lo que choca no es un vehículo, sino una vida entera. También las tres usan la pérdida y el dolor como ejes dramáticos, cada una a su manera. Puedes contar conmigo observaba la tormentosa reconciliación entre dos hermanos, y Margaret exploraba la crisis moral de una adolescente que se siente culpable por la muerte de una transeúnte.

Kenneth Lonergan se dio a conocer en 1996. Tras la entusiasta recepción de su obra teatral This is our youth fue rápidamente captado por los estudios de Hollywood, para quienes escribió las comedias Una terapia peligrosa (1999) y Las aventuras de Rocky y Bullwinkle (2000) antes de trabajar con Martin Scorsese en el guion de Gangs of New York (2002). Fue gracias al padrinazgo de Scorsese que logró debutar tras la cámara con Puedes contar conmigo y anunciarse como nueva voz del cine americano, capaz de reproducir con precisión toda la melancolía y el humor que derrochamos cuando decimos y hacemos, y de hacernos ver en sus personajes nuestra propia imagen en el espejo.

LA AGENDA DE MATT DAMON

Eso es justo lo que nos pasa al ver a Casey Affleck en Manchester frente al mar. El actor ya había ofrecido grandes interpretaciones en títulos como Adiós pequeña, adiós (2007) y El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), pero aquí se confirma como uno de los grandes actores de su tiempo; es lógico que sea el gran favorito para llevarse el Oscar. Lo curioso es que recaló en Manchester frente al mar de forma accidental. La película fue concebida por los productores Matt Damon y John Krasinski para ser dirigida y protagonizada por Damon. Fueron sus problemas de agenda los que acabaron colocando delante de la cámara a Affleck y tras ella a Lonergan, inicialmente contratado para escribir el guion.

Cuando empezó a escribir Manchester frente al mar en el 2011 seguía trabajando en Margaret. La había rodado en el 2005. En esos seis años se vio inmerso en una infernal disputa creativa, legal y financiera con el productor Gary Gilbert, que tras la incapacidad del director para completar una versión de la película que no superara los 150 minutos de metraje decidió echarlo y demandarlo por incumplimiento de contrato. Fue la versión del productor la que llegó de mala manera a los cines. La de Lonergan, de tres horas, vio la luz en DVD en el 2012.

El asunto de Margaret se ha convertido en una parábola sobre los peligros que acechan en el territorio compartido entre el arte y el comercio y sobre cómo un artista, mientras se guía por su visión, puede llegar a perderse. Es fantástico ver que Lonergan sigue exactamente haciendo las películas que quiere, y que el gran público conoce a un director capaz de contar historias demoledoras que no tratan de hacernos polvo durante dos horas, sino que se nos quedan grabadas mucho más tiempo.