Zucchero (Adelmo Fornaciari, su nombre real; Roncocesi, 1955), veterano roquero italiano con alma de blues de fama internacional, regresa este verano a España en dos únicos conciertos, en Madrid el 25 de julio y, en el Festival Porta Ferrada de Sant Feliu de Guíxols, el 8 de agosto. Una banda de 12 grandes músicos le acompaña en la gira de Black Cat.

-En España se le conoce por Senza una donna, que versionó en inglés Paul Young, y Baila (sexy thing). ¿Espera ahora romper su desconexión con el público español?

-Ojalá. No sé qué me pasa con España, creo que el público no acaba de saber dónde situarme, que no acabo de cuajar. Tal vez no saben cómo clasificame ¿artista italiano o internacional? No ayuda que no haga lo típico, música melódica, terreno en el que han triunfado italianos como Eros Ramazzotti y Laura Pausini.

-¿Qué tiene Zucchero que han querido colaborar con él desde Miles Davis hasta Bono o Pavarotti?

-No es algo que yo planeara ni fruto de operaciones de márketing. Mis colaboraciones con otros nacen del encuentro con artistas.

-¿Fue así con Eric Clapton?

-Siempre he sido fan suyo así que tras un concierto en la Arena de Florencia me acerqué a saludarle a su camerino. El encuentro fue bien, distendido. Cuando me dijo que le gustaban los pantalones negros de piel que llevaba, me los saqué y se los regalé. Así empezó todo, de forma espontánea. Al final le pregunté si tocaría conmigo y accedió. Luego me invitó a tocar con él como telonero en su gira europea, algo que me abrió muchas puertas. Fue clave en mi carrera.

-En Black Cat colabora con Bono y Mark Knopfler, entre otros.

-A Bono le conocí en 1992 a raíz de Miserere, un dúo que hice con Pavarotti. Mi discográfica inglesa la quería traducir al inglés y les sugerí a Bono. Pensé que nunca lo haría, claro. Pero Bono contestó. Aún tengo el fax que me envió enmarcado en casa. Dice: «La canción es extraordinaria, tu voz suena como una sección de vientos. Me enorgullece que hayas pensado en mí. Intentaré poner las palabras en inglés». Nos hemos convertido en grandes amigos. Es muy agradable y cálido. No es como los ingleses.

-Sting lo es y con él sí que hubo feeling.

-Cierto, como con Paul Young. La relación con grandes artistas se nutre tanto del entendimiento musical como personal. Con Sting hemos hecho muchas cosas. Al segundo día de conocernos me hizo padrino de su hija Coco. Y lo mismo hizo Paul Young.

-¿Cómo surgió Black Cat?

-Cuando preparo un disco intento no repetirme. Siempre hay una raíz blues, soul, R&B o rock. Nunca hago un disco igual, huyo de los clichés. Black Cat surgió tras una gira en EEUU en el 2014. Toqué mucho en el sur, donde me impregné de la música del delta y del Tex-Mex y Nashville. Me imaginé las viejas plantaciones con los esclavos cantando ese blues desesperado y fue apareciendo el sonido que buscaba.

-¿Quién tomará su relevo?

-Todo es más complejo. En Italia hay talento, gente que solo necesita tener la posibilidad de demostrarlo. Las discográficas deberían invertir en ellos pero tienen otros problemas. Antes había una industria y muchos artistas, como Lucio Dalla, Vasco Rossi o yo mismo. Sin ese apoyo no hubiéramos tenido nunca una carrera. Dalla antes de lograr un disco de éxito grabó cuatro que no funcionaron. ¡A muchos nos pasó igual!

-¿La era digital no es buena?

-Para mí, no. Soy antidigital. No me voy a ir a la cama diciendo: «Estoy pensando en vosotros». Prefiero acostarme con un buen vaso de vino o whisky. No hay nada cierto en esa relación que las estrellas crean ahora con los fans. ¡Es todo mentira!