«¿Cómo orientarse, ubicarse, en un mundo como el nuestro, cada vez más desbordante de ruido y brillo, de voces y destellos, que ensordecen nuestro oído, que ciegan nuestra mirada? Los artistas de hoy actúan como exploradores de la percepción, como guías de un viaje de retorno a lo humano, al fondo de nosotros mismos. Se trata de transitar del reflejo cegador, del espejismo, a la auténtica luz, aquella que se encuentra en la sombra, en el seno de la oscuridad», escribió José Jiménez en un texto dedicado a Eulalia Valldosera (Vilafranca del Penedés, Barcelona, 1963), autora de la intervención para la fachada lumínica del edificio DHC (Central de trigeneración de energía), con motivo de la Exposición Internacional Zaragoza 2008. El edificio, diseñado por Aldayjover Arquitectos, centralizó la producción de energía del Recinto Expo; se trata de una construcción compacta en cuyo interior se encuentran las máquinas que succionan y almacenan agua del Ebro para calentarla o refrigerarla mediante gas natural y enviarla a través de una red subterránea al resto de edificios. La cubierta inclinada de policarbonato que cubre la sala de caldera, de 20 m x 20 m de superficie, y una zona de la fachada a ras de suelo, de 4 m de altura por 30 m de ancho, se resolvieron constructivamente como dos grandes pantallas donde proyectar la secuencia de imágenes y textos de la intervención creada por Eulalia Valldosera. Durante la celebración de la Expo, el público podía visitar durante el día el interior la tecnología de un edificio hermético que, por la noche, se transformaba en una caja transparente de luz en la que se proyectaban sombras de imágenes y textos evocadores de la continua transformación de la energía en referencia directa al cuerpo humano, con la clara intención de involucrar al espectador. En la actualidad, la fachada, que puede contemplarse desde la Avenida Ranillas Expo Zaragoza 2008 -ignoro si a estas alturas seguirá conservando este nombre-, se ilumina exclusivamente los viernes y fines de semana.

La luz se tiñe de azul, rojo, verde, blanco, amarillo y negro para simbolizar el agua, el vino, el jabón, la leche y la oscuridad, desde donde todo emerge. Los continuos barridos de color acompañan a las imágenes cotidianas de mujeres amamantando, mujeres expulsando líquido, mujeres y hombres recogiendo el agua del suelo, golpeándose, amándose, compartiendo el agua en recipientes que, asimismo, ocupan aislados la totalidad de las pantallas. Las imágenes monumentales -de corte primitivo las figuras, como huellas remotas de un pasado ritual que la memoria recupera, y estructura básica los objetos y envases-, se mezclan con cifras que corresponden a los datos reales emitidos por las máquinas y textos que hacen referencia a las operaciones energéticas: retorno, potencia, temperatura de agua fría o suministro, término que Eulalia Valldosera ha elegido para titular su intervención por ser el más acorde con sus intenciones. Porque, como anota en el catálogo de las intervenciones escultóricas, le interesa traducir conceptos de la física a un relato humano en el que la energía que manejamos, la energía mental o física que genera, consume e intercambia nuestro cuerpo mediante la acción, la emoción o la nutrición construyen una cosmogonía de la materia entendida como energía en perpetúa transformación. La energía, concluye, cambia de forma y de contenedor aun siendo siempre la misma.

«Arte es algo capaz de generar, acumular, descifrar la energía y desplegarla» considera Eulalia Valldosera, muy interesada en las aportaciones de Leonardo, que consideró las sombras indispensables para la perspectiva, pues sin ellas se comprenden mal los cuerpos y los volúmenes. Bien lo sabe Eulalia Valldosera que ha logrado transformar, mediante la luz y las sombras, imágenes de objetos banales en representaciones simbólicas, como ya anotó Jaume Vidal con motivo de la exposición que la artista presentó en la Fundación Antoni Tapies, en 2001. Entre las obras figuró Envases: el culto a la madre, una proyección monumental donde la sombra de un simple envase se convertía en la figura de la madre. Las instalaciones y acciones lumínicas, que singularizan el proyecto de Eulalia Valldosera, protagonizaron la muestra retrospectiva Dependencias que el MNCARS le dedicó en 2009. Obras cuyo objetivo, como ha dejado claro su autora, no es crear un objeto para ser observado sino la interacción con el público.

El mundo tiene un sentido cifrado, es un texto a interpretar. Clave última del juego de transparencias, proyecciones, sombras y espejos en los que se apoya la propuesta de Eulalia Valldosera, está convencido José Jiménez, y nosotros con él. Mis obras, dice la artista, «ocurren en la noche, tengo que crear la noche para que las obras puedan existir, para que las proyecciones se puedan apreciar. (...) La luz concede una seguridad, pero es una seguridad efímera, en la que no podemos confiar. Hay que vivir la noche, hay que cerrar los ojos». Para ver y sentir.