Dile a Marie que la quiero (Suma), la nueva novela de Jacinto Rey, es la historia de una niña judía de cinco años, Marie, perseguida por la Gestapo en la segunda guerra mundial. El germen de la novela es su madre, Mathilde, una mujer alemana de una familia aristocrática muy acomodada, que deja esa vida de lujos y facilidades por Eric, un actor judío desempleado. El libro integra muchos elementos: thriller, acción, dinamismo y, además, se lee con agilidad. Es una novela de personajes, con mucho amor como destaca Rey, que promocionó su libro en Zaragoza recientemente. María Dueñas destaca de la novela su ternura.

--¿Cómo se le ocurrió esta idea?

--Empieza a gestarse con la escena inicial, una escena en un café en la que una madre dice a la persona que tiene más cerca en sus últimos instantes de vida que le diga a Marie que la quiere. Es una llamada de auxilio para que cuide de esa niña perdida en una Europa en guerra.

--¿Piensa primero en la historia que quiere contar o en los sentimientos que querría transmitir con ella?

--Escribo a partir de una historia y le voy añadiendo capas. Son como diferentes filas de fichas de dominó, que se van lanzando desde diferentes ángulos pero que todas confluyen en un mismo punto. Me interesan mucho los personajes con claroscuros.

--¿Cómo construye los personajes para humanizarlos y que el lector pueda empatizar con ellos?

--Estos personajes son ejemplos de lo que era la vida durante la segunda guerra mundial, en el día a día, esta novela no habla de las grandes batallas. Habla de la intrahistoria y como esos personajes sobrevivían durante una época de guerra. Hay personajes antitéticos que se sorprenden a sí mismos y que van en una constante búsqueda. Los personajes van dejando atrás poco a poco la desesperanza y la desilusión más absoluta que representa la guerra y a través de Marie, la niña, consiguen un motivo por el que vivir y luchar para seguir.

--¿Es difícil imaginar cómo van a reaccionar los personajes ante situaciones adversas?

--La historia va pidiendo ciertos caminos pero, como autor, me han sorprendido ciertos desenlaces en la trama, porque empiezas con una idea y terminas con otra completamente distinta.

--¿No escribe sobre un guion? ¿Se deja llevar?

--Tengo una idea de hacia donde quiero ir pero los personajes se rebelan y hacen lo que les parece.

--¿Cómo ha sido la documentación?

--El proceso de documentación ha sido relativamente sencillo porque existe mucho referente tanto real como de ficción. He intentado no caer en una descripción de hechos históricos, no abundan en la novela. Pongo el contexto para que la acción y la trama se sitúe y el actor se impregne de la época pero he intentado concentrarme puramente en los personajes. En muchas ocasiones, me he hecho la pregunta de qué habría ocurrido si me hubiera encontrado con esa niña de cinco años en una estación perdida en medio de Francia entre la niebla sabiendo que estoy rodeado de tropas alemanas, sabiendo que salvar a la niña me puede costar acabar mis días en un campo de concentración.

--¿Y qué habría hecho?

--Es muy difícil saberlo. En el siglo XXI en nuestras sociedades democráticas es fácil decir que sí lo habríamos hecho pero creo que nadie tiene esa respuesta.

--Algunos arriesgan su vida pero es la niña quien salva a los personajes, ¿es una metáfora de que la pureza y la inocencia pueden derribar muros?

--Exactamente. La novela trata de transmitir un mensaje de optimismo porque la niña, dentro de todo lo que le ocurre, mantiene intacta su inocencia.

--Supervivencia, amor... ¿la historia podría situarse en la actualidad? Por ejemplo, entre los refugiados sirios que huyen de la guerra.

--Hay paralelismos desde luego. La historia nunca se repite de la misma forma. La pregunta es qué hacemos cuando vemos gestos de fascismo ante un inmigrante en una parada del autobús o cuando un político presenta un discurso demagógico en el que victimiza a un grupo social o qué hacemos cuando hay una marea de refugiados llamando a las puertas de Europa y no hacemos nada para ayudarlos. Esa es la verdadera cuestión.

--Igual cuesta menos ser crítico con lo pasado y tener una opinión sobre lo que habría que haber hecho, y sin embargo no miramos a otros problemas actuales...

--Resulta muy fácil pensar en la Segunda Guerra Mundial porque es el paradigma del mal, hasta qué extremo se llegó con el holocausto y la persecución de minorías étnicas. Es muy difícil no tomar partido, hasta el punto de que se provoca cierta incredulidad: cómo es posible que nadie hiciera nada por detenerlo. Pero hay muchas otras formas de injusticia que se plantean en el mundo actual y que aunque estemos cómodamente protegidos por nuestra sociedad de estado de bienestar no podemos cerrar los ojos ante ellas.