Javier Tomeo regresa hoy a Quicena, su localidad natal, lugar que abandonó de adolescente para irse a Barcelona con sus padres, inmigrantes de aquella diáspora aragonesa que encontró sus medios de vida en la ciudad condal. Regresa a descansar para siempre en el cementerio de una localidad que nunca olvidó y cuyo paisaje, con el castillo de Montearagón al fondo, "le sobrecogía siempre que viajaba al pueblo o, simplemente, pasaba por allí", como cuentan sus amigos.

Han sido precisamente sus amigos aragoneses los que han impulsado la inhumación de Tomeo en su pueblo --está previsto enterrarlo en Barcelona--, secundados en todo momentos por instituciones como el Gobierno aragonés, la DPH y el propio Ayuntamiento de Quicena. "La verdad es que desde el primer momento las instituciones acogieron muy bien la idea; puede decirse que, en esta ocasión, los aragoneses no hemos estado tibios ni faltos de carácter a la hora de apoyar algo nuestro", comentaba ayer Ismael Grasa, escritor y gran amigo de Javier Tomeo tras el funeral laico celebrado ayer en Barcelona.

De hecho, en el funeral, además de amigos como Grasa, Antón Castro, José Luis Melero o Luis Alegre, entre otros, asistieron representantes institucionales como el director general de Cultura del Gobierno de Aragón, Humberto Vadillo; la diputada de Cultura de la Diputación de Huesca, Elisa Sanjuán, o el gerente de Zaragoza Cultural y representante del Ayuntamiento de la capital aragonesa, Juan José Vázquez. Por parte de la Generalitat de Catalunya asistió el conseller de Cultura, Ferran Mascarell, además de otras personalidades como el cantante Javier Gurruchaga, el escritor Ignacio Martínez de Pisón, el músico Juanjo Javierre, o los editores Jorge Herralde y Enric Cucurella.

"Hay que dar vida a la vida. No vida a la muerte", dejó dicho el escritor tras firmar su testamento vital, y sus más allegados organizaron un funeral en el que rememoraron los momentos que pasaron juntos, leyeron párrafos de su obra, e incluso dieron a conocer el parte médico de defunción, sin olvidar que a veces se dormía en el cine o que escribía de monstruos para personas mayores, no para niños.

En el acto intervinieron el periodista Álex Salmón, Ismael Grasa o su amigo Pep Armengol que aseveró que Tomeo era, "ante todo, un escritor, después un aragonés, un republicano y un ciudadano de Barcelona, a la que amaba por distintas razones". Recordó a Tomeo como un escritor de difícil imitación, con un particular sentido del humor, capaz de llevarle a decir ante la defunción de un conocido: "Se muere gente que no se había muerto nunca".