--Imagínese que yo soy un extranjero que llego a Zaragoza y me encuentro este libro, 'Querido Labordeta' y a usted, el autor. Y ante mi desconocimiento le pregunto ¿Quién es o fue Labordeta?

--El aragonés más importante de los últimos 50 años. Un hombre que participó en las facetas culturales y políticas que cambiaron el destino de Aragón, sería mi respuesta.

--¿Cuándo siente la necesidad de escribir este libro?

--Justo cuando presenté el que había dedicado a Sabina. Siempre que acabo un proyecto pienso ya en el siguiente. Y estaba claro, tocaba Labordeta. Además sentía una cierta nostalgia de su persona al pensar que Labordeta no había visto la presentación del libro de Sabina, al que le había hecho el prólogo y que yo tampoco había podido contarle mi deseo de hacer el suyo, que me hubiese gustado hacerlo en vida.

--El libro va desglosando las etapas de Labordeta de una forma más o menos cronológica, si bien hay dos partes en las que usted se detiene de forma especial, la etapa en el colegio San Pablo de Teruel y, los momentos próximos a la muerte.

--Son, sin duda, con los años 70, los momentos en los que estuve más cerca de José Antonio. De hecho, aunque cronológico, el libro comienza con el día de su muerte como una forma de mostrar la dimensión del personaje que se va a tratar, que provoca una respuesta de dolor en el pueblo como nunca se ha conocido.

-- Pero todo comienza en Teruel, donde se forja ese movimiento musical y cultural en torno a Aragón que capitaliza Labordeta, impulsado por el resto de profesores y alumnos. ¿Cómo surge ese anhelo?

--En realidad, la canción aragonesa nació sin querer. No éramos conscientes de que estábamos creando algo; fue todo improvisado, no había un plan. Tocábamos y hacíamos teatro para ocupar el tiempo libre en Teruel, una ciudad en la que no había muchas diversiones. Labordeta ya cantaba y también yo. Cantábamos cosas de Atahualpa Yupanqui y él, por ejemplo, rancheras... Hasta que un día Pepe Sanchis Sinisterra le planteó a Labordeta: "¿Por qué no compones canciones propias?", como hacían Raimon, Paco Ibáñez... "¿Y eso cómo se hace?", le contestó José Antonio. "Pues mira por la ventana y cuenta lo que ves", le dijo. Ese paso de cantar a componer fue un cambio importante. Labordeta empezó a cantar cosas sobre Aragón, canciones como Los leñeros, Las arcillas... Sanchis le sugirió que enviara una cassette con sus temas a EDUMSA, en Madrid, y le dijeron que sí, que se la publicaban.

--Pero ¿por qué es Labordeta el elegido para ser el líder? ¿Por qué él y no otro?

--Porque lo veíamos muy sólido en todo lo que hacía. Cantaba a Aragón, él era el maestro y nosotros los alumnos. Era el guía. Nosotros teníamos las cosas poco claras, seguíamos musicando a Lorca, a Neruda y no componíamos. Además, grabó inmediatamente un disco, estando en Teruel, y eso para nosotros era algo muy grande.

--Enseguida ese movimiento fue creciendo y hasta alcanzar un enorme éxito en Aragón. ¿A qué achaca ese auge tan fulgurante?

--Fue creciendo sin darnos cuenta. Nos llamaban a tocar a los barrios y, de repente, la gente se veía reconocida en lo que cantábamos. La gente de entonces oía copla o a Bob Dylan y otros cantantes en inglés, pero que alguien te de algo próximo era una novedad muy brusca. Los que seguíamos a Labordeta, en realidad no sabíamos a qué cantar, pero sus canciones, desde el principio, tenían mucho sentido y él nos descubrió que se podía cantar a lo cercano. Cuenta Eduardo Paz que un día oyó una canción de Labordeta y se sorprendió. Aquello le motivo para crear después La Bullonera. Vamos, que sin Labordeta no hubiese existido La Bullonera, ni Tomás Bosque ni ninguno de los que fuimos entonces.

--Aunque, por ejemplo, la gente de La Bullonera era del PCE, fue Labordeta quien más se dejó ver en su doble faceta de cantante y militante político. ¿A qué se debía que evidenciara de forma tan clara su vinculación ideológica más allá de la música y que fuera el más visible de todos?

--En principio, está claro, que por su categoría. Él era un referente para los aragoneses. Labordeta, junto con Eloy Fernández Clemente o Emilio Gastón, por ejemplo, suponen el reflejo político de una clase intelectual que circula alrededor de Andalán y que crea un partido político, el PSA. Luego estuvo en otros partidos, pero siempre de izquierdas.

--Con Chunta Aragonesista llegó al Congreso en Madrid y alcanzó una gran notoriedad. ¿Cómo se veía él como diputado?

--Labordeta vivió su etapa en el Congreso con una gran distancia escénica. Él nunca se sintió un profesional de la política como el resto de los diputados. Él se había visto empujado una vez más, como le pasó con la música, y lo hacía por la causa, pero acabó cansado.

--Su libro, sin embargo, parece centrarse más en la forma de comportarse de Labordeta que en su pensamiento, en el que apenas se profundiza.

--Me he querido acercar más al ser humano que al profesional. Labordeta como persona valía mucho más la pena que todo lo que hizo. Era un ser humano descomunal. Y eso que hay pocos ejemplos de un español que haya sido tan importante en su tierra y haya hecho tantas actividades distintas.

--Quizá la parte más emotiva del libro son sus últimos años, cuando sabe que está enfermo.

--Cierto. La enfermedad le quita esa capa tan seria que tenía. El dijo una vez con sorna que era una persona muy divertida, pero que la cara no le acompañaba. Y es verdad que tenía aspecto de aragonés bronco. Pero era muy tierno y esa ternura se manifiesta de manera clara cuando está enfermo. Y también su humor. La enfermedad no le agobiaba y se lo tomaba todo deportivamente. "A los mundiales llego seguro", me dijo un día. Y siempre estaba así.

--Como hablábamos al principio, la dimensión de Labordeta quedó patente en los miles de personas que pasaron a despedirle en la Aljafería.

--Sí. Porque fue una respuesta espontánea, que mostró el afecto que le tenía la gente. Cuando hacían encuestas de con quién se tomaría usted una caña siempre salía Labordeta. Lo veían alguien próximo, sincero... como me dijo una persona en el funeral, "era uno de los nuestros".

--Si Labordeta estuviese hoy, ¿qué pensaría de estos tiempos que estamos viviendo?

--Él apenas vivió la crisis, solo cuando ésta comenzaba a atisbarse, pero no era esto de hoy. Si lo viera se hubiera quedado de piedra. Creo que nunca intuyó donde iba a ir a parar lo que acababa de empezar y, sin duda, se hubiese puesto al frente de la pancarta. Está claro que la gente echa de menos su referencia, se echa de menos una persona que sea referente moral y él, también hoy, lo hubiese sido.