Por algún extraño motivo, Christine se considera un título menor en la carrera de Carpenter. Un nuevo visionado revela a un director en la cima de su juego: elegante, preciso, avanzando las composiciones en scope ahora imitadas por tantos jóvenes cachorros... Urge revalidar esta historia de amor obsesivo entre un joven inadaptado (Keith Gordon, futuro gran director de series) y el coche Plymouth Fury de 1958 al que rescata del olvido en un patio desolado. Simplemente alucinante.