La faceta más desconocida de los árabes en Occidente es, sin duda, su carácter navegante. Dominadores de los mares durante mucho tiempo, la historia ha olvidado, sin saber muy bien por qué, que el pueblo árabe no es solo una población nómada, que vive en el desierto. Con la intención de recuperar y conocer a fondo ese mundo perdido, el fotógrafo y periodista Jordi Esteva se embarcó en un viaje en 1977 a la zona afectada. De ese viaje y de uno posterior, 27 años después, nació Los árabes del mar. Tras la estela de Simbad: de los puertos de Arabia a la isla de Zanzíbar, editado por Península, que la semana pasada fue presentado en la librería Cálamo.

"Tenemos tendencia a asociar a los árabes con las haimas, los beduinos... El mismo Mahoma era un mercader y lo asociamos con este mundo pero también existen estos otros árabes, que dominaban la navegación y conocían cómo funcionaban los vientos, los monzones con los cuales se podían desplazar...", explica Esteva. Y prosigue el autor de Mil y una voces o Los oasis de Egipto: "sorprende que haya este gran desconocimiento incluso dentro de las sociedades árabes que no conocen su pasado histórico".

De hecho, una de las grandes aportaciones de la civilización árabe es que trajeron la brújula a Occidente amen de dominar los mares en su época, "en el siglo IX ya llegaban hasta China. Esta maestría del mar provocó la era de los grandes descubrimientos cuando los portugueses llegaron a la India para saltearse a los árabes y ganar más dinero". Aunque, rápidamente, apunta un posible motivo para este olvido: "los árabes marineros son los de Yemen, Omán y el Golfo Pérsico, pero sobre todo los de Omán. Lo que puede suceder es que son unas zonas marginales con respecto a las zonas de la gran cultura", asegura el fotógrafo.

Los árabes del mar es un libro esencialmente de viajes aunque, en palabras de Jordi Esteva, "es un libro de entretenimiento pero también es mucho más. Lo escribí no con ánimo de dar lecciones, si no para que el lector se embarcara conmigo y descubriera ese mundo que, además, contiene mucha tradición oral".

Una obra que surge de dos viajes muy separados en el tiempo con diferencias fundamentales: "En los 70, cuando llegabas, transportabas las noticias de un mundo exterior que a todo el mundo le interesaba. Ahora, la gente ya ha perdido el interés porque se ha sustituido por el estereotipo que se venden sobre Europa".

A pesar de tratarse de un libro de viajes escrito por un fotógrafo llama la atención que, a lo largo de las 478 páginas del mismo no hay ni una sola imagen: "Las fotos no llegan a donde llega el texto. Lo de que una imagen vale más que mil palabras es una mentira. No se puede transmitir las emociones de una historia que te cuentan unos ancianos árabes en una foto, por ejemplo", concluye el periodista.