El Museo de Huesca acoge hasta el 24 de septiembre, la exposición Sed fugit que reúne un total de 40 obras del alcañizano José Miguel Abril. El artista presenta en esta muestra, que se exhibe en el Salón del Trono, sala de la Campana y sala de Doña Petronila, su obra más íntima y personal, dialogando en sus dos vertientes plásticas, la escultura y la pintura, pero con un hilo temático común. Una obra crítica hacia el hombre más oculto y autodestructivo, sin dejar de mostrar un vitalismo incipiente.

«Para este proyecto se ha hecho una selección de obras ya existentes junto con otras nuevas, que se han realizado ex profeso, tratando de expresar, bajo el influjo de Goya, su particular visión de los desastres», explicó Abril durante la inauguración. El título de la exposición hace referencia al concepto «tempus fugit», el tópico latino que evoca el paso irremisible del tiempo, ya que es inaprensible, no puede detenerse ni hacerse retroceder.

La muestra está compuesta por 40 obras, de las que 29 de ellas son pinturas en diferentes formatos y técnicas, que conviven con 11 esculturas en piedra, casi todas en alabastro de distintas tonalidades. La obra se distribuye en 5 series temáticas que engloban diferentes piezas y 7 esculturas independientes que hacen que la exposición se convierta para el espectador en un recorrido, en diversas dimensiones, muy colorido a base de impulsos y trazos.

Lo más inusual en una exposición de José Miguel Abril es la pintura, ya que la escultura es lo que le ha caracterizado durante años por tratar un material tan inusual como el alabastro, pero a la vez tan bello en superficie, que genera texturas y transparencias únicas. «La mezcla de escultura y pintura es una manera de dar espectáculo al amplio recorrido por las tres salas de la exposición», añadió el artista alcañizano.

Encontramos en sus obras plásticas, un dominio del dibujo, de la figura, pero sorprende cómo en la pintura se muestra informalista plasmando su expresividad en su mayor exponente, tal vez una válvula de escape para la energía creadora que le mueve. La obra de Abril plasma la fragilidad de la existencia, la temporalidad, la rabia y el dolor. Así es la obra de este artista aragonés que conmueve, con la intención de transmitir todo su poder expresivo y guiar al espectador por la emoción y la inquietud.