El joven historiador Juan Postigo Vidal vuelve a sorprendernos gratamente con un nuevo y extraordinario ensayo, El paisaje y las hormigas (Sexualidad, violencia y desorden social en Zaragoza (1600-1800), editado por Prensas Universitarias. En sus páginas, Postigo Vidal explora los límites de la historia oficial, abordando con gran pertrecho de fuentes una larga y maldita serie de materias, elementos, desahogos, furias o vicios sociales habitualmente marginados de los estudios clásicos del Renacimiento y Barroco español.

La prostitución, analizada en un capítulo sugerentemente titulado Zaragoza lasciva, es presentada sin tapujos, con los nombres de las meretrices y de sus proxenetas, así como de las hechiceras que, al estilo de la Celestina, expenden filtros y ungüentos para estimular o inhibir, a gusto del cliente, el deseo erótico y la potencia sexual.

La prácticas de amor mercenario eran tan habituales en la Zaragoza renacentista y barroca que ningún estamento eludían su uso; ni siquiera los eclesiásticos, entre los que era habitual dirigirse a las casas de Floriana Deaux, en la calle de la Verónica, o de Francisca, en la Bajada de Marín, holgándose en los servicios de las putas profesionales, compartiéndolas a menudo entre varios frailes y abonando en moneda o en especie a sus alcahuetes.

La Inquisición iría no obstante combatiendo tan alegres costumbres desde el prisma de la contrarreforma, la pureza de sangre y la progresiva tendencia de la corte castellana a centralizar fueros, usos y costumbres de otros reinos, poniendo especial ahínco en aminorar los pertenecientes a la Corona de Aragón (cuya capital seguía siendo Zaragoza).

En esa soterrada lucha ideológica, política y judicial que tomará carnalidad (nunca mejor dicho), en las pasiones y manifestaciones del amor prohibido (homosexualidad) o de pago aflorarán otras tensiones y diferencias, la creciente imposición de una monarquía hispánica centralizada en Castilla, con Felipe II a la cabeza, sobre la tradición foral o racial de territorios tan diversos como el condado catalán o Las Alpujarras. Cuando en 1582 rodó la cabeza de Juan de Lanuza, Justicia de Aragón, se perdieron muchas esperanzas e identidades.

Historiador riguroso con las fuentes y magnífico escritor, Juan Postigo nos invita a adentrarnos en las habitaciones secretas de la historia.