En su primera exposición individual, que tuvo lugar en la galería Antonia Puyó durante los meses de noviembre de 2015 y enero de 2016, Julia Puyo Calvo (Zaragoza, 1988) seleccionó una serie de trabajos que desvelaron su interés por la instalación, lugar de encuentro de todas las expresiones artísticas. En la decisión de eliminar cualquier tipo de fronteras, también de géneros, tiene mucho que ver la relación profesional de Julia Puyo con el estudio de diseño Chevalvert de París, donde colabora desde 2013 en la concepción y realización de instalaciones interactivas que exploran la relación entre el mundo físico y el mundo virtual. Señala Julia Puyo que en el estudio se utiliza la expresión «diseño gráfico orientado al objeto» para designar las producciones multimedia que oscilan entre el objeto físico, la instalación artística y el diseño gráfico.

Es en esta intersección donde se sitúan sus obras; una línea de trabajo que ya abordó en la performance Consumisión de 2009, planteada como una reflexión sobre la dinámica del consumo en el sistema capitalista. Al año siguiente continuó explorando la transformación del cuerpo en movimiento en el vídeo monocanal Metamorfosis, comenzó el archivo Poder y visibilidad que reúne fotografías de prensa impresas publicadas en diferentes diarios con el propósito de localizar los códigos de la fotografía de prensa política y las estrategias de escenificación de los personajes públicos, y realizó la instalación multimedia Opinión pública, atenta a la imposición de temas de debate ajenos a las preocupaciones de la ciudadanía, a partir de la pregunta que el ministro de Inmigración y de la Integración de Francia lanzó a los medios de comunicación, el 25 de octubre de 2009: ¿Qué es la identidad nacional?

Los medios de comunicación

El historiador y politólogo Timothy Garton Ash, autor de Libertad de palabra. Diez principios para un mundo conectado (Tusquets, 2017), cita la distinción que Paul Starr establece entre «·medios de comunicación»: los diversos canales modernos de comunicación, y «los medios de comunicación»: conjunto de poderosas instituciones que controlan dichos canales y nuestro acceso a ellos. Una situación que obliga a interrogarnos sobre la función vital atribuida a los medios de comunicación que, como señala, debería permitirnos tomar decisiones bien informadas sobre asuntos de política pública y participar plenamente en la vida política, lo que supone que han de estar libres de censura, ser diversos y fidedignos.

El periodista norteamericano Franklin Foer, en su ensayo Un mundo sin ideas. La amenaza de las grandes empresas tecnológicas a nuestra identidad (Paidós, 2017), denuncia las ambiciones de las grandes corporaciones que tienen el control del conocimiento y la información (Amazon, Facebook, Apple y Google). A medida que se expanden y se proclaman defensoras de la individualidad y el pluralismo, advierte, sus algoritmos conducen a la conformidad causando estragos en la intimidad en un momento que se corresponde a la fase incipiente de una automatización y homogeneización de la vida social, política e intelectual.

En este territorio tan complejo se sitúa Julia Puyo. De 2012 son las instalaciones Micrófono de seguimiento, que reclama el derecho a la información, Sobre lo mediático del discurso y Lo que hay entre la escucha y la opinión, delatoras de la vacuidad de los discursos públicos y su reflejo en los medios de comunicación. El discurso público, vacío de contenidos y atento a todo tipo de estrategias de distracción, fue también el asunto de las instalaciones que presentó en su primera exposición individual en la galería Antonia Puyó: Lorem ipsum título de la exposición y de la obra que el espectador pisaba al entrar en la galería.

Las palabras recortadas con láser sobre una alfombra roja, «lorem ipsum», no significan nada pues su única función es sustituir futuros contenidos en trabajos de maquetación gráfica. Justo el efecto contrario que pretende Julia Puyo en sus obras: llamar la atención sobre la falta de contenido, la censura, el exceso de ruidos, la ausencia de análisis y reflexión que la nueva cultura de los medios favorece.

Y lo hace mediante mecanismos que imposibilitan la comunicación: micrófonos que se acoplan o son inservibles, vocabularios herméticos, borrados estratégicos que impiden el correcto acceso a la información, ya de por sí complicado debido a los intereses políticos y al ritmo en que se produce y difunde. Trastornos que se enredan en la confusión de identidades. Como los micrófonos del vídeo Artefactos, que acaban de entrar en la colección del Harddiskmuseum.

Nuevas formas de cultura

Es preciso interrogar el relato oficial. Julia Puyo propone borrarlo mediante una simple acción de rascado de las palabras serigrafiadas sobre cristal, material que también utilizó en su instalación Estado de bienestar (2016) con el objetivo de insistir en la fragilidad de sus principios: educación, sanidad, trabajo y pensiones.

El cuerpo y el gesto, la importancia decisiva de la piel: amplificador privilegiado de comunicación, centran sus últimas instalaciones. Como Douglas Keller analizó en Cultura mediática. Estudios culturales, identidad y política entre lo moderno y posmoderno (Akal, 2011), la cultura mediática contemporánea de alta tecnología es uno de los grandes sectores económicos que producen y organizan nuevos tipos de sociedades que contribuyen decisivamente a enseñarnos cómo comportarnos, cómo pensar, temer, desear y rechazar; de ahí la urgente necesidad de adquirir una alfabetización mediática crítica capaz de producir nuevas formas de cultura desde el análisis, la interpretación y la crítica de las imágenes, sonidos y espectáculos de la cultura mediática.

Enfrentar esta visión dominante guía el proyecto de Julia Puyo mediante acciones que sustituyen la contemplación por el cuestionamiento y la transformación.