Una lluviosa tarde de marzo de 1964 en el barrio londinense de Muswell Hill, Ray Davies, hermano menor de una familia obrera de ocho hermanos, se encontraba en el salón del hogar frente a un destartalado piano mientras el resto de su familia cenaba en el comedor. Ray no les acompañaba, había formado recientemente junto a su hermano Dave y dos amigos del colegio un pequeño grupo, obteniendo un contrato con la discográfica Pye Records para tres singles, sin embargo, los dos primeros intentos no habían ido precisamente bien, y aquella tercera canción era su última oportunidad para saltar al estrellato.

Empezó a tocar varios acordes de quintas, probando todas las notas del piano, hasta que se detuvo en dos, fa y sol, dos notas que, tocadas seguidamente, emitían un sonido a priori asincrónico y extravagante. No tardó en pasar la melodía a acordes para la guitarra, y fue entonces cuando su hermano Dave irrumpió en la habitación para dar el toque final a la canción. Con una chapuza eléctrica que les provocó varios garrampazos, y que dejó a la casa entera sin luz, Dave conecto el tocadiscos de sus padres a un box y un pequeño amplificador barato, un pequeño invento que Ray bautizó como fatbox (Caja de pedos). El sonido resultante fue una especie de rugido, un rugido que, articulándose alrededor de la sucesión rápida y estrepitosa del fa-sol, acabó dando vida al inconfundible riff del tema You really got me now. El resto de la historia es conocida por todos, los Kinks fueron número 1 en Reino Unido y no tardaron en convertirse en leyendas del rock and roll.

Esta es solo una de las muchas historias del cuarteto recogidas en la biografía que Manuel Recio e Iñaki García presentaron el pasado jueves en la librería La Pantera Rosa de Zaragoza, un libro al que han bautizado Atardecer en Waterloo, en homenaje al hit dedicado a su ciudad natal que los Kinks publicaron en 1967 en su álbum Something else by the Kinks, en un acto en el que estuvieron acompañados por uno de los más incondicionales fans de este grupo británico, Juan Aguirre, del dúo Amaral, que aportó su experiencia personal sobre como el sonido de los Kinks inpiró a generaciones enteras en España.

«Jamás escuché en directo a los Kinks, pero sí que escuché a Ray Davies en uno de sus últimos conciertos en España, estaba con una chica americana que dijo que aquello sonaba demasiado a Blur», bromeó Aguirre, que quiso poner en valor el gran legado que la banda dejó en toda una generación de grupos noventeros como Supergrass, Blur, Oasis o Pulp. «Ellos formaron parte de una generación que decidió construir algo en una sociedad distópica, me fascina como en medio de ese panorama opresor y castrante los Kinks pudieron encontrar un sonido nunca antes escuchado», comentó el guitarrista.

EL SONIDO REPLICANTE

Un sonido que, según Aguirre, fue el resultado de un «uso incorrecto de la tecnología», fruto de un sentimiento inconformista que llevó a toda una generación a «no sonar como la música de sus padres», y que se vio materializado en otros grupos como los Who, los Beatles, los Rolling Stones o los Animals. «Toda aquella efervescencia no podía durar mucho tiempo a flote teniendo en cuenta la voracidad del mercado del entretenimiento; fueron como los replicantes de Blade Runner, tenían fecha de caducidad» comentó.

Una efervescencia que según los autores del libro, trató de manera desigual a los grupos de la llamada Invasión británica. «Ray Davies se encaró con el director del sindicato de músicos estadounidenses durante un directo en Los Ángeles en 1965, lo que les cerró las puertas en aquel país durante los siguientes cinco años. Esa es quizá la razón por la que hoy en día los Kinks no suenan tanto como los Beatles o los Rolling», reconoció Recio. Y es que para los autores, los hermanos Davies están a la altura de Mick Jagger, Keith Richards, John Lennon o Paul McCartney. «No hay que olvidar en qué momento estaba el panorama musical cuando aparecieron estos tipos. En 1964 lo que sonaba por las calles era el I wanna hold your hand de los Beatles, y de repente llegan los hermanos Davies y cantan: Nena, quiero pasar contigo todo el día y toda la noche. Es decir, que básicamente lo que querían era follar».