En 2007, Joep Van Lieshout, creador del Atelier Van Lieshout (Rotterdam), visitó Zaragoza para conocer el emplazamiento de la intervención escultórica que los responsables de la Exposición Internacional 2008 le habían encargado. La idea, tal como recuerda Francisco Pellicer, gerente del Consorcio Expo, era unir los parques de san Pablo y de la Playa de los Ángeles en el barrio de la Almozara, y dignificar el espacio bajo el puente de la Almozara que, por entonces, era una escombrera. En respuesta al encargo, Joep Van Lieshout presentó el grupo escultórico La carreta del agua en el que un grupo de figuras arrastran y empujan con gran esfuerzo una cisterna, en alusión al necesario y urgente compromiso humano con un modelo de gestión sostenible del agua.

La obra, realizada en Rotterdam, se instaló durante la celebración de la Expo dentro del recinto, en los jardines del Arte, para luego ser trasladada bajo el Puente de La Almozara, lugar para el que fue pensada. La noche del 2 al 3 de noviembre de 2016, La carreta del agua fue gravemente mutilada y las figuras robadas. El Ayuntamiento de Zaragoza, institución responsable de su conservación, retiró los restos bajo el puente. Un problema menos, pues no hay intención de resolver una cuestión que no interesa.

Uno de los proyectos más interesantes en los que el Atelier Van Lieshout trabaja desde 2005 es la planificación conceptual de Slave City, una ciudad del futuro en la que no existe libertad. Sus únicos habitantes son esclavos que trabajan siete horas en la oficina y otras siete en el campo o en talleres; a las tres horas de descanso se suman las siete horas para dormir. Slave City se ha descrito como una distopía siniestra pese a ser racional, eficiente y muy productiva pues se trata de la primera ciudad totalmente ecológica al producir toda la energía que consume a través de la biomasa y el reciclaje, por lo que no gasta ninguno de los recursos del mundo.

MANO DE OBRA / Un ecosistema, por tanto, en el que el ser humano es solo mano de obra al servicio de una idea que pervierte los valores éticos, estéticos y económicos. Slave City bien podría ser la réplica a la Nueva Babilonia, la ciudad nómada del futuro que Constant definió conceptualmente entre 1956 y 1974, cuyos habitantes disponen de absoluta libertad para dedicar todo su tiempo al juego creativo, ya que el trabajo es realizado por robots. Al igual que la Nueva Babilonia de Constant, Slave City del Atelier Van Lieshout no tiene forma física, más allá de maquetas, pinturas, dibujos, y esculturas como La carreta del agua. Qué son sino esclavos el grupo de seis de personas que arrastran la carreta de agua y la figura que, exhausta, yace caída en el suelo. En una exposición del Atelier celebrada en el Museum de Pont (Tilburg), en 2016, dedicada a Slave City, aparece una variante de La carreta del agua realizada en fibra de vidrio de color blanco en lugar del bronce que se utilizó para la intervención de Zaragoza.

La configuración formal de las esculturas, de la estructura de la carreta y de la cisterna, cuya escala es aproximada al modelo natural, recuerda a las esculturas de Giacometti, pese a la agitación de naturaleza expresionista que las aleja de la inmovilidad que sitúa aquellas en un espacio imaginario. Comparten el aislamiento. De Giacometti escribió Francis Ponge, en 1951: «El hombre, y solo el hombre, reducido a un hilo, en la condición ruinosa, el sufrimiento del mundo, que se busca a sí mismo, partiendo de la nada. Enjuto, desnudo, escuálido, todo piel y hueso. Yendo y viniendo sin razón alguna entre la multitud».

El grupo escultórico del Atelier Van Lieshout está concebido para estar anclado en el suelo, porque como creyó Lehmbruck «Toda obra de arte debe contener algo de los primeros días de la Creación, del sabor de la tierra: algo animal, podríamos decir. Todo arte es medida. Medida contra la medida. Las masas, o las proporciones de la figuras, determinan la impresión, determinan el efecto, determinan la expresión física, determinan la línea, la silueta, todo. Por eso una buena escultura debe percibirse como una buena composición, como un edificio, en el que las medidas se corresponden entre sí; así pues, no podemos tampoco negar el detalle, porque el detalle es la medida pequeña de lo grande (...) No existe, pues, arte monumental, arquitectónico, sin contorno o silueta». La fisicidad de la escultura se diluye con las crecidas del Ebro. Asida a la tierra y disuelta en el agua.