Con un premio Teatro Rojas a la mejor interpretación femenina y toda una carrera en el cine y el serial a sus espaldas, Silvia Marsó puede presumir de ser una de las actrices españolas más polifacéticas de la escena actual. Estará hoy en Rubielos de Mora con 24 horas en la vida de una mujer, una adaptación musical de la obra de Stefan Zweig en el 75 aniversario de su muerte. Interpreta a una mujer burguesa de vida acomodada que tendrá que enfrentarse a todos sus principios vitales y morales.

—Produce y protagoniza la obra. ¿Es su proyecto más personal?

—Sí, absolutamente. Llevo 24 meses luchando contra viento y marea para sacarlo adelante. Ha sido muy duro, ya que las condiciones en nuestro país no son muy propicias para levantar proyectos culturales. Hemos conseguido que el Teatro de la Abadía nos programe en diciembre. Teniendo semejante respaldo, será mucho más fácil hacer una gira por toda España.

—Decidió sacar adelante ‘24 horas en la vida de una mujer’ a raíz de ver el montaje de Christine Khandjian y Stéphane Ly-Coug.

—Fui a verles a Francia y me enamoré del espectáculo. Música vienesa de finales de siglo, elementos jazzísticos, polifonía clásica… encontrar todo aquello en un musical no era usual. Para mi versión me rodeé de unos músicos maravillosos que se metieron en el proyecto tanto como yo.

—La obra tiene una gran carga psicológica, producto de la relación de amistad que Stefan Zweig mantuvo con Sigmund Freud.

—Todas sus obras y novelas tienen un gran componente de análisis psicológico. En mi caso, la transformación de mi personaje es muy rápida. En 24 horas vive intensamente por primera vez la libertad. La obra es una reflexión sobre hasta qué punto estamos sometidos al destino, al entorno social, al familiar, al religioso…

—Tengo entendido que decidió ser actriz al ver a Ana Torrent en ‘El espíritu de la colmena’.

—Tenía diez años y no sabía muy bien cuál era el mensaje de aquella película, pero encontré una sensibilidad especial, algo que me motivó y me provocó muchas emociones. Yo en mi familia no tenía antecedentes de actores, de modo que al principio no me tomaron en serio.

—Con solo 17 años se mudo a Madrid para ser azafata del ‘Un, dos, tres’.

—Ya había trabajado como actriz en Barcelona, pero aquello me dio a conocer a nivel nacional. Fue un aprendizaje constante. En todos los programas hacíamos números musicales muy difíciles que ensayábamos a lo largo de la semana. Es curioso porque mucha gente aún me recuerda por aquello. Guardo un gran cariño por mis compañeras de entonces.

—Y acabó encarnando a muchos de los personajes más complejos jamás escritos, Tennese Williams, Lorca, Henrik Ibsen...

—Tengo una gran suerte. Profesionalmente he tenido la oportunidad de interpretar a los grandes personajes femeninos de todos los tiempos en el mundo de la dramaturgia. La dignidad y el rigor siempre han sido lo más importante para mí. Hubo un momento en que en España apareció la televisión privada y la parrilla se llenó de concursos y reality shows. Decidí salir de todo aquello, renunciando a mucho dinero, y apostando por una carrera más rigurosa. Eso me ha dado el respeto de mis compañeros de profesión, pero me ha quitado la popularidad de otros personajes de la televisión.

—Aunque prefiere el teatro a la TV, ha aparecido en grandes ficciones españolas como ‘Velvet’, ‘Gran Reserva’, ‘Gran Hotel’ o más recientemente, ‘Cuéntame’.

—Intento alternar entre una cosa y otra. Me gusta hacer cine, pero no tengo las suficientes ofertas, ya que a partir de los 40 años empiezan a aparecer serias dificultades para conseguir papeles femeninos interesantes en España, no así en Francia y en general en toda Europa. Lo cual es una gran contradicción, ya que el público teatral masivo de nuestro país está compuesto mayormente por mujeres de más de 40 años.