Paco Plaza (Valencia, 1973) ha provocado miedo con licántropos y zombis. Ahora pone sus ojos en la crónica policial, en el único expediente oficial en España que sugiere la posibilidad de fenómenos paranormales. Verónica, que se estrena hoy, es una película que habla de espectros por los pasillos de un piso de Vallecas.

Habla también de quiénes somos (o quiénes éramos): los vasos Duralex, la leche hervida en el fuego, el limpiador Centella, los colegios de monjas y las carpetas forradas de ídolos musicales. Verónica habla de Cría cuervos (Carlos Saura, 1976) y La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), y del durísimo paso que supone dejar la infancia y convertirse en adulto; un paso que la protagonista dará tras un ¿inocente? juego de ouija.

-Todos los chavales de la generación EGB jugamos con la ouija. ¿Usted también?

-Por supuesto.

-¿En plan serio o en broma?

-Éramos adolescentes, lo hacíamos de broma, pero te acojonabas igual. Teníamos risas nerviosas con las que intentábamos disimular el escalofrío.

-¿Alguna vez pasó algo?

-No me quiero hacer el misterioso, pero recuerdo momentos de susto cuando el vaso parecía decir cosas. Siempre teníamos la duda de si alguien lo había empujado o no. Tuvimos momentos confusos y aterradores.

-La generación EGB también creció con Jiménez del Oso. ¿Cree o ha creído alguna vez en los fenómenos paranormales?

-Por supuesto. Lo que no tiene sentido es no creer. Veo a mi alrededor tantas cosas inexplicables... Creo que hay muchos misterios en el mundo, cosas para las que aún no tenemos la explicación. A lo mejor algún día sí. Yo disfruto de lo inexplicado porque la ciencia, lo palpable, es mucho menos interesante que lo sugerido.

SEnDVerónica está inspirada en hechos reales. ¿Accedió a los archivos policiales?

-No los hay. Lo único que está disponible es el expediente redactado por el inspector, que es mucho más escueto de lo que puede parecer. Viene a decir que él ha sido testigo de cosas inexplicables. Y apunta detalles, como golpes en la pared y arañazos en un póster. Un inspector de policía, un tipo serio, que admite que vio algo que no se puede explicar.

-¿Es su película más personal?

-Sí. Siento un vínculo muy fuerte con la protagonista, en la que he volcado muchos recuerdos porque comparto el pánico a crecer. La adolescencia es esa etapa en la que, de un día para otro, te sale voz de señor y pelos en el bigote. La adolescencia es una hostia con la que te arrancan de un parnaso. En el caso de las chicas tiene un momento muy puntual: la menstruación. Esa frase aterradora de «ya eres mujer». ¿Perdona? ¿Y eso qué significa?

-La protagonista es una niña atrapada en una vida de mujer. Tiene tres hermanos pequeños a los que alimenta, cuida y arropa.

-Es una chica a la que le están robando la niñez. Yo quería hablar del miedo a abandonar la infancia. Hay un momento muy significativo, cuando tu madre te deja en el suelo y dice «ya no te cojo en brazos, camina tú solo porque ya pesas mucho». La madre de Verónica le suelta: «Necesito que crezcas, que me ayudes». La adolescencia es una patada en el culo que te echa de la infancia, un periodo en el que te construyes como persona.

SEnDVerónica está ubicada en un colegio de monjas. ¿Usted estudió con curas?

-Sí. Mi experiencia fue estupenda. Te podrían caer cachetes, pero no lo percibías como algo negativo. Que te pegara una hostia un profesor no era como para montar un número. Me interesa ubicar la acción en un colegio católico porque todos los que tenemos educación católica estamos programados para lo sobrenatural.

-¿Por los Cristos en las paredes?

-No solo por los Cristos. Este señor murió y al tercer día resucitó. Este señor curaba a los ciegos y la virgen María concibió sin pecado. Aquello te permite que tu cerebro se prepare para algo antinatural.

-La historia que narra refleja muy bien España. ¿Se puede entender fuera de nuestras fronteras?

-No hay nada más universal que lo local. El paradigma de cine local que explica su país al resto del mundo es el coreano, que viaja por todo el mundo porque han hecho una clara apuesta por explicar su historia, humor e idiosincrasia. Si un extranjero me pregunta qué fue la guerra civil española le pondría La vaquilla. Berlanga es el que mejor ha explicado cómo somos: El verdugo, Plácido...

-¿Volvería a dirigir O.T. la película, como hizo en el 2002 junto a Jaume Balagueró?

-Sí. O.T. es una historia humana, sobre personas que persiguen un sueño. El material emocional que proporciona un reality es material dramático de primera.

-No quiero terminar esta entrevista sin preguntarle por el atentado de Barcelona. ¿Estaba en la ciudad cuando sucedió?

-No, fui el sábado, dos días después. Paseé hasta la plaza de Cataluña. Tenía una necesidad de sentirme conectado con la realidad, es la ciudad en la que he vivido durante 10 años, mi mujer (la cineasta y actriz Leticia Dolera) es de Barcelona y tengo muchos buenos amigos allí. Era imposible no sentir que el suelo se movía debajo de los pies. Han sido días de una emoción muy profunda, pero a la vez he sentido que todo el comportamiento de las autoridades barcelonesas y catalanas ha sido ejemplar. Me he sentido conmovido y orgulloso de la dignidad y la honestidad con la que se han manifestado las autoridades. Dentro de la herida y del dolor, intenso, nos queda el consuelo de que tenemos una ciudad de la que podemos estar orgullosos.