En 2001 quedó finalista y ahora, 14 años después, ha aprobado "una asignatura pendiente". Y es que Edmundo Díaz Conde ha ganado el XLVIII Premio de Novela Ateneo de Sevilla --dotado con 24.000 euros-- con El hombre que amó a Eve Paradise. Por su parte, Jimina Sabadú se ha llevado el galardón en la categoría joven --dotado con 6.000 euros--, con Los supervivientes, por lo que se siente "aliviada" ya que había estado mucho tiempo "moviendo esta novela y no se la leía nadie", y es "una alegría enorme" ser la ganadora y "que se hayan fijado en ti". Ambos estuvieron la pasada semana en Zaragoza para promocionar sus trabajos.

El hombre que amó a Eve Paradise es una novela de "crímenes y besos", como la define el autor, ambientada en el Chicago de los años 20. Eve Paradise es "una estrella rutilante de la época del cine mudo", pero cuando este agoniza "en beneficio del cine sonoro", y, teniendo en cuenta sus problemas de dicción y tartamudeo, es consciente de que "su carrera está terminada".

Sin embargo, la protagonista es "una mujer valiente ambiciosa, con privilegios, con cicatrices. Siente una inclinación muy pronunciada por los chicos jóvenes y está obsesionada por la juventud y la inocencia. Le gusta acostarse con chicos jóvenes pero jamás se ha enamorado hasta la llegada en 1928 de un hipnotizador a Chicago, del que se enamora locamente".

LA INMIGRACIÓN INVISIBLE

El germen de la novela fue "una señora llamada Esperanza, que me habló de la travesía que hizo su abuelo entre Málaga y Hawai, la llamada inmigración invisible, que figura como una de las líneas de fuerza de la novela". Esta inmigración fue protagonizada por más de 8.000 españoles entre 1900 y 1913 porque "los plantadores de azúcar necesitaban mano de obra barata".

El amor intergeneracional también está presente. Tradicionalmente es el hombre el que ha llevado "las riendas", por lo que siempre "ha estado bien visto que el hombre maduro se sienta atraído por chicas jóvenes", sin embargo, no sucede lo mismo al contrario. Por eso Díaz ha querido "darle la vuelta a la tortilla" y que la protagonista "fuera una mujer con prerrogativas, privilegios, madura que se sintiese atraída y se atreviese a relacionarse con chicos jóvenes". Es una forma de luchar contra los prejuicios que padecen las mujeres, ya que "el mundo de la ficción consuela". El autor explica que desde un punto de vista bioquímico, la pareja "ideal" sería la compuesta por una mujer madura y un chico más joven. Con este libro, Díaz ha aprendido que "es posible plantearse como un reto escribir una novela negra femenina y feminista".

Los supervivientes cuenta una historia de acoso escolar "en todos sus formatos" ya que tanto alumnos como profesores son víctimas del hostigamiento. El Colegio Agustín de Foxá, escenario de la novela de Sabadú, es "privado, de orientación religiosa, que ha sido muy importante pero que ya no lo es porque lo han dejado languidecer. Es un edificio con vida propia que consume a la gente que hay dentro de él", explica Sabadú.

Para escribir sobre el acoso "me he inspirado en cosas que he visto, que he vivido, que me han contado". Según la autora, lo que hace que un niño sea acosado en el colegio es destacar. "Por guapo o por feo, por alto o por bajo, por listo o por tonto, por ser muy friki o por ser el marica de la clase, da igual. Al final el que es diferente es el que es señalado con el dedo". Pero no solo los alumnos, también los profesores son víctimas de trato vejatorio, "ese profesor del que todos se ríen según entra por la puerta. El alumno sabe que va a salir de ahí pero al profesor que le pasa eso cada año. Hasta que se jubile puede que sea lo mismo, yo creo que es más duro porque además no puedes esconderte e ir a llorar, tienes que dar la cara todos los días y generalmente ni los padres le apoyan ni los compañeros. Me parece incluso más duro" que el acoso entre niños. Los personajes tienen entre 11 y 65 años y "la perspectiva no es especialmente esperanzadora porque no he querido escribir una novela complaciente, sino una novela sobre cómo creo yo que son las cosas".

DEJAR HUELLA

La autora no recomienda la novela a niños, pero sí a adolescentes o a gente "que haya pasado por estas cosas".

¿Qué huella quieren dejar ambos autores en los lectores? "Me gustaría que fuera una historia en la que volviesen a pensar en momentos posteriores", señala Sabadú. También que sea una novela que forma parte de la vida del lector, "que es lo mejor que le puede pasar a un escritor: que forme parte de la vida de alguien". Para Díaz Conde "la emoción y el encanto son dos ambiciones dignas de tener en cuenta". "Provocar la emoción en el lector y que él considere que en el texto hay encanto: un poquito de magia, eso que te inspira una ligera sonrisa y unos ojos humedecidos, eso es el encanto".