La cineasta estadounidense Jessica Woodworth, que estrena hoy en España la comedia El rey de los belgas, que ha codirigido junto al director belga Peter Brosens, asegura que «en tiempos trágicos como los que vivimos, la gente pide un cine que no sea cínico ni pesimista». «En muchos países hoy en día hay un aislamiento, una sensación de desamparo, una gran brecha de comunicación entre el pueblo, las instituciones y el poder. Queríamos crear el personaje de un monarca solitario, un poco ingenuo, raro y desinformado, para representar esta problemática», explica la directora, afincada en Bélgica.

La película es un falso documental que relata el viaje del rey Nicolás III de Bélgica, quien queda atrapado en Estambul debido a una tormenta solar y debe emprender un viaje de vuelta por tierra a través de los Balcanes, al tiempo que se enfrenta a la ruptura de su reino, cuando la región de Valonia se independiza.

Woodsworth explica que querían hacer «un personaje creíble y luego ponerlo en situaciones que son extremas y absurdas como la realidad misma. Por eso nos sirvió tanto hacerlo como un falso documental, porque nos dio un cierto código y parámetros a los que teníamos que atenernos».

Toda la película se ve a través de la óptica del ficticio director británico Duncan Lloyd, a quien la casa real belga ha encargado un documental sobre su aburrido monarca, con la intención de volver a despertar la simpatía del pueblo hacia la corona, sin siquiera sospechar que su reino está a punto de hacerse pedazos.

VALONIA Y NO FLANDES / «Para los belgas es divertido escuchar que es Valonia y no Flandes, la que declara la independencia, con la excusa de que ya están hartos, pues es algo de lo que no se habla, pero que es verdad. Ahora lo vemos con Europa, que parece que se rompe en pedazos, como islas a la deriva, como un archipiélago de identidades», indica.

Ante esta realidad europea, Woodsworth y Brosens proponen la risa como antídoto, pues «hay pocas cosas más poderosas que el placer y el alivio de la comedia».

«El humor era una cosa que había subestimado durante mucho tiempo. No fue hasta que fuimos al Festival de Venecia y vimos esa sala de mil quinientas personas riendo a tope y, al mismo tiempo, muy conmovidos, cuando entendí el verdadero poder que conlleva la comedia», reconoce la directora.

Sin embargo, en El rey de los belgas no todo es comedia, pues, como asegura Woodsworth, «cada escena de la película está cargada de política», sobre todo las secuencias del filme donde se ve al rey belga atravesar los países balcánicos.