Nacido en Zaragoza en 1981, José María Lerín se trasladó a Castellón en 2006 para trabajar en la administración del Estado. En 2013 publicó El escondite del deseo, una novela negra que se adentraba en el mundo del intercambio de parejas. Este año ha publicado su segunda novela, Vida nº3, donde visita los rincones más sórdidos de Castellón.

—Tengo entendido que el título de la novela nace de una frase de Gabriel García Márquez.

—Márquez escribió una vez «Todos tenemos tres vidas, la pública, la privada y la secreta». Y mi novela, Vida nº 3, hace referencia a esa vida secreta, concretamente a la de un personaje público asesinado. A lo largo de la novela se construye una crítica social hacia determinados personajes públicos, descubriendo que al fin y al cabo son personas como todos los demás, y que poseen una vida secreta que merece la pena conocer.

—La novela se desarrolla en la provincia de Castellón, un lugar nada habitual dentro de la novela negra española ¿Por qué?

—Yo soy nacido en Zaragoza, pero por motivos laborales llevo más de una década viviendo en Castellón. Quería rendir un homenaje a esta tierra, la gente tiene la idea de que es un lugar de sol y playa, pero también tiene mucha montaña y muchos pueblos con historias por descubrir. Quería llevar la novela negra más allá de las grandes ciudades.

—¿Qué le llamó la atención de la novela negra?

—Creo que es un género en auge que llama la atención de los lectores. A través de ella se pueden desarrollar muchos otros subgéneros y argumentos colaterales. En el caso de mi novela se sigue una trama policiaca que va dando pinceladas de crítica social, esoterismo, prostitución, política, etc. La trama policial me sirvió como excusa para contar todo esto. En ese sentido, los autores nórdicos fueron los primeros en exprimir el potencial de la novela negra. Stieg Larsson, una de mis principales inspiraciones, utilizó la trama policial de Millenium para hablar de erotismo, periodismo y reflexionar sobre la pedofilia. Estas novelas sirven como crítica social. A todos nos gustan las historias de misterio, y la novela negra solo es el envoltorio de un complejo motor impulsado por las diferentes temáticas. Pero a la postre la novela negra solo es eso, chapa y pintura.

—¿Qué quería mostrar con esa radiografía de la sociedad?

—La novela comenzó a escribirse en la época más dura de la crisis económica. Por mi experiencia personal he tenido contacto con situaciones difíciles, y aquí en Castellón la crisis golpeó especialmente al ser una provincia muy ligada al negocio de la construcción. Quería retratar la situación desesperada de muchas familias, personas que están en paro, desahuciados, maltratados, todas las personas que integran el Castellón decadente, el lado oscuro de la provincia. Por eso decidí ambientar la novela en lugares que realmente existen, lugares que me sirviesen para retratar la realidad del paro, la corrupción, la intriga política, el lado más oscuro de la policía, la envidia, las ansias de poder, etc. Quería hacer justicia mostrando las consecuencias que todas estas cosas han tenido en la sociedad.

—¿Tiene algún proyecto futuro?

—Me gustaría cambiar de género, concretamente a la ciencia ficción. Es un género que me interesa muchísimo, y creo que el tema de la robotización es una mina que explotar. Se trata de un género que en su día explotaron autores de culto como Asimov en los 50, elaborando historias que en cierto modo han sido proféticas. Llegados a este punto, ¿por qué no hacer un nuevo ejercicio de proyección de futuro? Creo que se podría construir una buena historia sobre la transformación del mercado laboral y de los puestos de trabajo,