Asegura Antonio Pérez Lasheras, autor del prólogo y responsable de la edición de Paisajes queridos, que si bien a José Antonio Labordeta se le conoce más por sus facetas como profesor, cantante o político, «él lo que quiso ser siempre fue escritor». Buena prueba de ello es que su primer poema lo escribió a los 10 años, y su primer cuento, a los 15. Después tuvo una prolífica producción literaria, si bien fueron sus últimos libros de memorias Banderas rotas, Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados o Regular gracias a Dios, los textos que le otorgaron difusión nacional.

Pero Labordeta fue un escritor vocacional desde edad temprana, y su primer poemario, Sucede el pensamiento, se publicó en 1959. Y entre 1961 y 1962 preparó una colección de cinco cuentos para ser publicados en conjunto en un volumen, pero solo dos de ellos llegaron a ver la luz en la revista Despacho literario, que dirigía su hermano Miguel.

Ahora, aquel proyecto de publicación conjunta se hace realidad gracias al trabajo de Pérez Lasheras «y también de Luis Ballabriga», fallecido el año pasado, quienes realizaron la labor de ordenarlos y editarlos para ser publicados en la editorial Gato Negro.

Paisajes queridos reúne los relatos Margarita la tonta, El tajo, Paisaje querido, Bienvenido y La isla arrancada y supone también dar a conocer otra faceta de Labordeta, la de ilustrador, pues cada relato viene precedido por los dibujos en tinta roja que el autor realizó para las portadas de cada uno.

Este «libro objeto», como lo definió la viuda y presidenta de la Fundación José Antonio Labordeta, Juana de Grandes, fue presentado ayer en el Teatro Principal de Zaragoza, en un acto abierto al público dirigido por el periodista Miguel Mena, en el que participó también el alcalde de la capital aragonesa, Pedro Santisteve.

Los cuentos fueron hallados por Juana de Grandes «en una carpeta azul de las de antes, ordenados como si estuviesen dispuestos para ir a la imprenta. Me quedé asombrada; no los conocía porque los escribió cuando aún vivía en la casa de su familia en la calle Buen Pastor, y esos cuentos habían estado con nosotros durante 50 años; habían sobrevivido a todos los traslados de domicilio; si José Antonio los seguía guardando era porque los quería», señaló.

Los relatos de Paisajes queridos recogen muchas de las obsesiones de la literatura de José Antonio Labordeta, especialmente la grisura de los años de la postguerra. Tres de los relatos tienen como referente inmediato la Guerra civil, y cuatro están ambientados en Belchite, aunque no se mencione el nombre.

El Labordeta más auténtico

Encontramos en ellos «al Labordeta más intimista y algunos de ellos recuerdan a sus canciones, como El Tajo al tema A varear la oliva», cuenta Pérez Lasheras, quien incide en que con un lenguaje «telegráfico, casi expresionista, que describe una realidad trágica, miserable, que nos muestra su compromiso social y humano mucho antes que sus primeras canciones, escritas en Teruel a mediados de los sesenta». «Hay silencios, odio y sobre todo ternura y respeto al paisaje; textos intensos que nos descubren o nos ayudan a redescubrir al Labordeta más auténtico, que sorprende además por su madurez cuando solo tenía 26 años», señala el autor del prólogo.

Labordeta publicó unos 40 relatos en la década de los 50 y dejó de escribir en 1964 cuando se casó y se marchó a vivir a Teruel: posteriormente, a su regreso a Zaragoza en 1970 retomó su actividad literaria. Por eso, este es el primer libro que «rescata» la Fundación Labordeta, pero como ayer señalaron sus responsables, no será el último «pues hay mucho material inédito, textos y canciones».