La pasada primavera Salman Rushdie se vio de nuevo enfrentado a una agria disputa sobre la libertad de expresión. La sociedad PEN decidió premiar a los supervivientes del atentado a Charlie Hebdo y 26 autores escribieron una carta desmarcándose de esa decisión. El autor angloindio perseguido en el pasado por una fatua volvió a revivir viejos fantasmas: "Me dejó muy mal sabor de boca porque entre los que disentían del premio había varios amigos míos...". Rushdie está convencido de que el racismo europeo contra el islam no debe neutralizarse a base de silencio. Según él, la utilización política de la religión y la religión misma deben ser criticadas. "Negarse a defender a unos periodistas por sus dibujos humorísticos es una mala noticia, yo espero que recapaciten. Hay que ser firmes en nuestros valores".