-¿Qué sucede cuándo se rompe un corazón?

-Que hay que recoger los trozos, volverlos a juntar y eso es todo un reto y según cómo lo hagas llegas a un lugar o a otro. Si lo tomas como una oportunidad puedes sacar algo bueno de esa adversidad para tu crecimiento como persona.

-¿El duelo es necesario?

-Para mí sí y es uno de los motivos principales por los que escribí esto. En los duelos sentimentales tendemos a intentar pasar página muy rápido y nos saltamos etapas y nos perdemos esa oportunidad de crecimiento que encierra cualquier crisis y esta ofrece una muy buena. No tanto para culpar al otro que es lo que solemos hacer sino para ver en eso el reflejo de un conflicto interno que tienes contigo mismo.

-¿De dónde nace Mía?

-Tiene mucho de mí y a la vez intenta ser un personaje muy universal con el que se pueden identificar muchos lectores que hayan vivido esto o incluso que han estado al otro lado.

-Pero... ¿es usted?

-El punto de partida es un duelo propio. Hay rupturas malas y peores y este surgió de una de las peores. Me puse a investigar con curiosidad acerca de esto, leí mucho. Y lo que más me llamó la atención es percibir la presión del entorno de querer verte bien, «pasa página», «un clavo saca a otro clavo», «apúntate al Tinder» y tenía una sensación de que no nos dejamos muy en paz, que nos cuesta mirar y dejar su espacio a emociones que etiquetamos como negativas. Vivimos en un momento de la tiranía de lo positivo, tenemos que estar siempre contentos y no es lo normal. Todas las emociones nos traen algo, la tristeza, la ira... hay que vivirlas.

-En la novela también se aborda un concepto extraño para occidente, la belleza de las cicatrices, lo que en oriente se conoce como el kintsugi...

-Aquí el jarrón lo pegamos con Loctite y que no se note mucho que se ha roto. Intentamos esconderlo y es una analogía perfecta. El kintsugi ve la belleza en ese objeto que está roto, las personas somos el resultado de todo eso. Es mucho más interesante una persona que ha sabido trascender eso y esa fragilidad a mí me parece mucho más bella.

-También habla de los museos de relaciones rotas.

-¿Qué se hace con los restos del naufragio? Tienen una carga emocional y por eso no los quieres tirar, no los puedes regalar, tampoco los quieres devolver… Estas personas decidieron hacer una exposición con esos objetos y se dieron cuenta que había mucha gente que no sabía qué hacer con ellos y a partir de ahí les empezaron a traer un montón y así nació el museo que ya tiene hasta sucursales.

-La novela sigue las cinco fases del duelo, ¿por qué?

-Quería escribirlo así desde el principio. Son las cinco fases de Elizabeth Kübler-Ross y ella hablaba de pérdidas físicas de la muerte de un ser querido. Y en la etapa de investigación descubrí que una psicoterapeuta habla de las pérdidas sentimentales y dice que en cuanto a nuestro estado hormonal tenemos la misma sensación de una pérdida física. Y esto es un vestigio de cuándo vivíamos en tribus. Teníamos que vivir en grupo y el quedarse solo, el que te abandonaran, equivalía a una muerte.

-En la novela subyace la imposición social de tener pareja, una presión que se agudiza en la mujer.

-Tenemos todos ese patrón y las mujeres más no sé si por las películas románticas o por Disney. Me parece de gran importancia aprender a estar solos y solas y tener en primer lugar una historia de amor con uno mismo. Si no hemos trabajado eso vamos a necesitar al otro y cuando lo necesitamos y queremos que nos llene, eso acaba en catástrofe.