"Gente hay pero no hay dinero, ni para libros ni en los bares". Así de contundente se mostraba ayer Joaquín Casanova, presidente de la Asociación de Editores aragoneses, un par de horas antes de que terminara el II Día del Editor, que congregó en Paseo de la Independencia a los editores de la comunidad. Por eso, aseguraba que un 11 de octubre hay "demasiada actividad y quizá esto no es tan lúdico". Aún así, reconoció que ese día sirve para "darnos a conocer" sobre todo para los visitantes porque existe "una producción de calidad y cantidad", ya que al año se editan más de 1.000 libros. Y en cuanto a ventas, "mal, pero no solo hoy (por ayer) sino siempre"; aunque seguro que "mejor" que el año pasado, que estuvieron en Gran Vía y, además, llovió.

Casanova ofreció una visión templada --dijo que si "la Asamblea plantea el cambio de fecha se estudiará"--, pero en las mesas, justo entre las Casas Regionales y los puestos de pulseras y collares, y con algún infiltrado haciendo trenzas, la visión era un poco más negativa. Uno de los más críticos, Óscar Sipán, de Tropo. "La gente no compra libros", aseguró, para después, explicar que es "una fecha mala" en medio de las fiestas porque "no hay nada cultural". Para Sipán, "sería más ético unas jornadas de edición, con un día cerrado y otro abierto" al público. Y lo dice desde la experiencia, puesto que participan en unas 23 ferias al año. "Zaragoza es una plaza fuerte en cuanto a la impresión y se la están cargando", reconoce.

Aún así, afirma que las ventas son "un poco más que el año pasado" aunque "solo sea por estadística" ya que este año se han situado en Independencia y el año pasado en Gran Vía. En cuanto a los más solicitados, Lorenzo Mediano y Daniel Pelegrín, con Dos olas, "un autor que nos quitarán pronto los grandes", concluye Sipán.

Crítico también se mostraba Carlos Serrano, de Rolde, para quien la situación es "desalentadora" puesto que "la gente está a otra fiesta" y aunque cree que es una buena idea salir a la calle, cree que en plenas fiestas "no se capta a la gente" y pone como ejemplo que en el Día del Libro "hay cultura de comprar pero hoy no".

Además, como todos, es consciente de la mala situación económica por la que atraviesan los ciudadanos.

Yolanda Porcar, comercial de Mira, pensaba que "iba a vender más" y aunque la gente pasa y "alguno pregunta, se vende poco", aseguró; para reconocer después que "si hay autores, la gente se anima". "Siempre pierde el mismo, el libro", reconoció al verse entre los puestos ambulantes. En Mira, el más vendida, el Curso de oregonés, de Coronas.

Por su parte, desde Libros de Pocha, Michel Anchel Barcos cree que para "una editorial como nosotros, sobre temas aragoneses, lo importante es que se nos vea, porque somos más una ONG que una editorial". Para Eduardo Flores, de Apila, "todo lo que sea para que nuestros libros sean conocidos está bien"; mientras que para José Vicente Zalaya, de Certeza, "todo lo que se haga por acercar el libro a la calle me parece bien", aunque "las fiestas populares y los libros no encajan".

LOS AUTORES Más optimistas se mostraban los autores que firmaban ejemplares, ya que todos destacaban lo importante del contacto con el lector. Roberto Malo (El último concierto de David Salas), destacó el "encontrarse cara a cara" con el que leerá el libro; lo mismo que Ignacio Ochoa (La Pilara, junto a Míchel Suñén), puesto que "la gente sale a la calle, ve libros y se anima a la lectura". También positivas Raquel Victoria (Las raíces de la encina) y Pilar Enjuanes (Cartas del día después), que coincidieron en Certeza. Para la primera, el encuentro con el público es "más cercano" y da para "explicar y dedicar la novela"; mientras que para la segunda "da muchas alegrías porque captas su atención y además, intercambias experiencias".